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DEBÉIS SER “PRUDENTES COMO SERPIENTES”
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Hay una virtud que dirige la danza de todas las demás. Es la virtud de la prudencia. ¿También gobierna la caridad? Pues sí, el amor a los demás debe ser prudente en todos sus actos, respetando derechos, singularidades y autonomía de todas y cada una de las personas, recordando lo más posible todo lo pasado, dando la intensidad necesaria al presente y previendo anticipadamente el futuro de cada sujeto. Prudente no significa que haya de ser corto sino con máxima eficacia, con total garantía y tacto. En una palabra, respetando al máximo la singularidad de esa persona a la que decimos amar y sus decisiones personalísimas, su libertad en una palabra.
Hay que recordarlo, pues últimamente se ha vaciado de sentido a la prudencia. Se la reduce a lo cauteloso, a lo que huye de todo compromiso, a lo que se esconde cuando hay que salir por los fueros de algo, al agazapado. Y así parece que al prudente nunca se le puede echar la culpa de nada, porque no hace nada ni está en la lucha de nada; no pierde ninguna guerra porque nunca está en la batalla. No. Eso no es la virtud sino una fuga de toda eficacia.
Porque si es virtud la prudencia lo es porque es una decisión bien pensada y meditada de lo que conviene hacer en cada caso particular, en cada circunstancia de tiempo y lugar y eso hacerlo decididamente, sin ambages y con nervio. A todo acto virtuoso debe preceder un juicio certero y ajustado de lo que debe hacerse en cada caso y ese juicio es a lo que llamamos prudencia. Nuestras conductas concretas deben ir siempre precedidas de un juicio singular y de una actitud plenamente circunstanciada o, de lo contrario, nos convertimos en un recetario para uso de todos. No; eso no es actitud virtuosa sino conformismo, mimetismo, vida gris; todo menos actitud racional y personal ante el bien. Amoldarse a lo que se lleva, adaptarse a la moda. La prudencia es ir contra la corriente, navegar hacia arriba y, sobre todo, respetar a los demás en su singularidad.
Los rectos buscadores de Dios lo hacen siempre con una caridad prudente para los demás. El acto prudente es también una iluminación del Espíritu de Dios. La Biblia llama a la prudencia vivir en sabiduría.