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Blog Buscando a Dios

Antonio Osuna Fernández-Largo O.P.

de Antonio Osuna Fernández-Largo O.P.
Sobre el autor


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8
Dic
2018
La exclusión social muro insalvable para quienes buscan a Dios
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La última encuesta FOESSA es una bofetada al estado de bienestar en España. Hay 1,2 millones de personas más que en 2007 que padecen exclusión social severa en España, es decir, un 40% más de personas que en España sufren la exclusión. Y el 23% de los menores de 30 años están en situación de exclusión social. El mal de la exclusión social se apodera de nuestra sociedad. Tras ello y como consecuencia tenemos miles de hogares que viven en una tragedia continua para  solventar los problemas de vivienda, comida y trabajo.

Problema trágico  y que hace llevar una vida precaria.  Y yo no sé la salida, en verdad, a esta situación. Espero la solución por parte de poderes públicos; para eso entrego  gustosamente unos impuestos: para que las personas que entienden y saben tengan tiempo y pueda trazar los medios de solución. Pero me encuentro que los políticos están en unas disquisiciones bizantinas y en inflar unas ideologías sobre el poder pero sin aportar solución concreta o programas que solventen el problema. Pasan los meses y los años sin que les oiga aportar solución o caminos de solución a un problema tan acuciante.

Y me entristece este problema. Eso es levantar un muro alto para una realidad tan vital como es buscar a Dios. Quien todos los días se levanta con el fardo imposible de soportar como es buscar el pan cotidiano, el lugar donde pasar los duros días de invierno y  correr por los negocios demandando un puesto de trabajo, ese ciertamente no tiene tiempo para pensar en los problemas trascendentales de la vida,  ni en elevarse a conocer el significado de su vida. Las necesidades son lo primero y es necesario poder comer todos los días y tener un lugar de refugio para dormir cada noche. Así es el ser humano; no le demos vuelta, nada de espiritualismos aéreos o de pacotilla.

   

 

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2
Nov
2018
¡Cuán largo me lo fiáis….!
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No hay mejor camino para no hacer las cosas que dejarlo para otro día. Y destaca sobre todo hablar de la muerte. Enfangados en la tarea de cada día, no hay tiempo para pensar en la muerte; para eso ya llegará el tiempo oportuno. Es equivocado pensar que la muerte es cosa de un futuro largo pues la muerte es cosa de cada día: vivir es ir muriendo cada día porque ya nunca se repetirán sus circunstancias; el instante en cuanto es pasado ya está muerto. Cuando vivimos estamos muriendo. Es falso que la muerte no existe cuando vivimos, como decía el epicúreo, pues al vivir estamos más cercanos al morir.

Pensar en la muerte no tiene por qué ser algo pesado o truculento. Es coger fuerza para vivir más inteligentemente, aprovechar el menor minuto. Más valerosamente y aprovechando más el presente. Vivir con la conciencia de la muerte hace más feliz y alegre el momento presente. Pero sobre todo ayuda más a cumplir responsablemente, más calculadoramente el valor del presente y más profundamente los negocios que llevamos entre manos.

Y a lo que iba. No quiero amargar la vida a nadie. Lo que quiero decir es que pensar en la muerte es la mejor manera de buscar a Dios. La muerte nos plantea un interrogante que solo Dios puede responder. Por eso la muerte es la encrucijada en la que tantos encuentran a Dios, el banco en que nos sentamos para charlar con Dios, la audiencia que se nos otorga para encontrarnos con un personaje, el encuentro de cafetería con alguien que hacía tiempo no veíamos.

Hay muchos que han encontrado a Dios al cuestionarse un sentido a la muerte de un ser querido o la relatividad de lo humano cuando la muerte de un ser conocido ha roto los proyectos e ilusiones y comprendido que no hay proyecto total sin contar con quien dirige el mundo de los vivientes.

No sé por qué se tiene de mal gusto el introducir la conversación de la muerte en cualquier circunstancia de vida, pues es más bien un refuerzo de la alegría, el goce y satisfacción de participar en la vida mortal lo que apoya esas vivencias. Porque hablar y meditar en la muerte es por tanto una inigualable búsqueda de Dios. Ese Dios que es sobremanera la Vida que no se acaba y de la que nos ha hecho partícipes según la fe cristiana al certificar la resurrección de su Hijo humanizado. Y por ello no es acertado darle largas con el conocido subterfugio de ¡Cuán largo me lo fiáis…!

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19
Oct
2018
Historia de amor y dolor… para no olvidar. Impresionante.
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 Por casualidad cayó en mis manos la obra Mi hijo, mi maestro. Su autora es Isabel Gemio. No la conozco y sólo sé de ella lo que saben todos los españoles: es magnífica locutora de radio  e inigualable presentadora de series televisivas. Se trata del amor y dedicación a un hijo enfermo desde la más tierna edad. Enfermedad: Distrofia muscular.  En plata: pérdida progresiva del uso de músculos hasta la total inactividad. “Enfermedad cruel, despiadada de niños y niñas que nacen aparentemente sanos pero de forma paulatina les va quitando la libertad para jugar, correr, moverse, comer, abrazar, cepillarse los dientes, rascarse, acariciar” (p. 161). Espeluznante. Tragedia familiar. Enfermedad rara y sin curación posible. Para colmo, el diagnóstico llega cuando la madre está embarazada de otro hijo.

La madre: “me pregunto por qué los niños, los seres más puros e ingenuos, deben pasar por experiencias tan dolorosos e incomprensibles. Sigo buscando la respuesta” (p. 43). En una visita al colegio al que asistía: “conservo una imagen  de mi hijo sentado solo en una esquina del patio, viendo cómo los niños se divertían… y él excluido del coro de los niños afortunados” (p. 130).

“Cuando mi hijo se dio cuenta de que era diferente, incapaz de hacer lo que otros niños hacían, comenzó a abandonar el paraíso de la infancia. Ese día él se preguntó por qué a él, y como no lo comprendió, ni obtuvo respuesta, dejó de creer en Dios” (p. 46).

El dolor llega a su colmo por no poder tener ni siquiera los abrazos del hijo.  Los brazos del hijo no pueden alzarse para abrazar a su madre. “Sobre los once o doce años ya no conseguía subir los brazos para abrazarme. Entonces se los cogía y los ponía alrededor de mi cuello como una rebelión contra aquella maldita enfermedad que le iba arrebatando todo, hasta su forma de abrazarme” (p. 161).  ¿Hay dolor mayor que una madre solícita no pueda abrazar al hijo enfermo? Y no obstante “le digo a mi hijo que él es mi Buda personal, mi maestro, mi guía, mi ejemplo, mi luz”.

En medio de tanto dolor surge un rayo de luz inexplicable: “No hace mucho tiempo, estando solos los dos, volvimos a hablar de dioses y creencias…. Y como casi siempre, me dejó sin palabras. Dios es amor me dijo con la mayor naturalidad. Que mi hijo expresara algo tan profundo sin haber estudiado a los budistas o religión alguna, sin haber accedido a grandes debates sobre las necesidades espirituales del ser humano, me emocionaba” (p. 233). Su solícita madre a la que le decía esto no es creyente y se confiesa atea, según dice ella misma.

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4
Oct
2018
También Dios anda a la búsqueda…
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Por lo que nos dice la Biblia, la búsqueda no es sólo un modo de comportarse los hombres. También Dios aparece buscando. ¿Qué busca Dios?

Jesús se presenta como buen pastor “buscando la oveja perdida”; su actitud se compara a la “viuda pobre que pierde una moneda y remueve toda la casa hasta que la encuentra”; en la parábola del hijo pródigo, el padre (Dios) está ansioso buscando todos los días la vuelta de su hijo. El evangelio de Lucas dictamina cuál es la búsqueda de Dios: “El Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido” (Lc 19,10).

No creo que la actitud de búsqueda sea propia de seres imperfectos o desorientados o empobrecidos y vagabundos, sino que es la actitud del Dios que en virtud de su humanidad tiene comportamientos de intranquilidad, de ansia y de anhelo. Dios en su humanidad busca como cualquiera de nosotros.

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18
Jun
2018
Hasta que Colón baje el dedo
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Lo hemos visto siempre en tantas estatuas del descubridor de América. Siempre con el dedo enhiesto e imperturbable señalando el camino a Occidente donde encontrar las Indias. Aquí mismo en la ciudad en la que estoy tenemos a ese imperturbable Colón apuntando siempre al verdadero camino. Pero es que hay muchos que también se pasan la vida señalando la verdadera solución. Lo oigo continuamente en los medios de comunicación social. Personas que afirman impertérritas que se acabarán con las víctimas del machismo el día que ellos suban el poder; personas que piensan que la inseguridad ciudadana acabará cuando ellos tengan el poder; quienes afirman que los juicios disparatados de los jueces se acabará cuando ellos lleguen al poder; otros afirman que la injusticia social se terminará cuando ellos triunfen en las elecciones; quienes afirman que este mundo será una balsa de tranquilidad y paz cuando ellos estén arriba… y así sucesivamente repiten el sonsonete cuantos está impertérritos señalando con el dedo.

Estas personas suelen ignorar que el mal existe siempre en el mundo. Que las cosas que van mal han existido siempre porque toda obra política es siempre un intento de arreglar algo. Hay que ser humilde en ese propósito de arreglo universal de  lo que está mal. Y no hay que ser tan optimista en creer que las cosas marcharán siempre a gusto de todos, entre otras razones porque los gustos de todos son infinitamente diferenciados, sobre todo en nuestros días en que “tot capita quot sententiae”.

El arreglo de la vida humana es tarea para rato. Dios mismo quiere arreglar las cosas y lleva siglos sin lograrlo, como lleva siglos tratando de enseñar a los hombres donde está la salvación y  sigue sin conseguirlo después de muchos siglos….

Solo los tontos son los que se fijan en el dedo cuando se está apuntando al cielo. Así son muchos de los que nos prometen infinidad de cosas señalándolas con el dedo. Pero ninguno de ellos se pone a trabajar y a cambiar ellos en su vida y por ello hacer presente a lo que se señale y no  decir a los demás hacia dónde tendrían que ir. Yo prefiero no señalar con el dedo destinos inalcanzables y sí  conseguir cosas día a día.

Buscar a Dios es buscar a quien es el supremo ser tolerante. Lleva siglos tolerando la sinrazón de los hombres, el olvido de sus leyes y soportando el mal del mundo. Es quizá la mayor enseñanza del Dios. La tolerancia y el soportar a todos los que no son como tu voluntad quisiera que fueran. Buscar a Dios es buscar a quien sostiene todo nuestro ser y no buscar a quien solucione lo que nosotros no podemos conseguir, Eso no es buscar a Dios sino buscar alguien que trabaje por nosotros.

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11
May
2018
Tanto si Dios existe como si no, se le echa mucho de menos
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No he encontrado nunca una persona que esté satisfecha del modo como son gestionadas  las cosas púbicas, del modo como gobiernan los que tienen el poder o del modo como se llega a acordar y solucionar los conflictos  sociales. Da la impresión de ser imposible llegar a un acuerdo aceptable por las partes interesadas y que suscite la concordia de todos los ciudadanos. En todas partes se suspira por alguien que arregle esto, que imponga sensatez y cordura allí donde reina la confusión y el desmadre. No hay manera de ponerles de acuerdo. Y que sea por consiguiente alguien que está por encima de todos y sea autoridad indiscutida frente a la incongruencia de los humanos. Alguien que sea… Dios.

Tenemos el ansia de acabar las injusticias flagrantes que hay en todo el mundo, de dar razón a quien la tiene y de no embadurnar las cosas hasta el punto de hacerlas irremediables, de que quien tiene la razón sea el único triunfante en las luchas de las vida. No hay alguien que ponga de acuerdo a los que legítimamente piensan lo contrario. Y esto solo lo remediaria… Dios

Quisiéramos que todo el que tiene un sufrimiento de cuerpo o espíritu fuera consolado y ayudado en su situación, de que existan medicinas que remedien toda enfermedad, de que todos los enfermos tengan remedio en sus manos y que todos los desconsolados tengan el alivio pronto y sincero. Pero esto solo lo puede hacer… Dios

Por ello creyentes o ateos, agnósticos o meapilas reclaman a Dios que venga a arreglar este tinglado en el que estamos metidos y que nadie acierta a solucionar. Y somos nosotros los que lo hemos planteado y no podemos echar la culpa al Creador. Siempre se desea que otro arregle este desbarajuste, pero que lo arregle a nuestro modo ver, según nuestras convicciones personales y… a nuestro personal gusto. Eso … de no ser Dios no hay quien lo haga.

Pues, señores, eso por lo que suspiran conforme a sus gustos e idiosincrasia… pues es un tapagujeros. Eso no es Dios.

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13
Feb
2018
Sacar a Dios a la calle…
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Hace poco leía en una revista que presentaba su lema de vida pública religiosa como “sacar a Dios a la calle”. Respeto sus intenciones, que tampoco conozco en concreto, pero tengo la osadía de cambiarlo diciendo: “buscar a Dios en la calle” y no en propiedad sacarlo de lugares sagrados porque Dios ya está siempre en la calle. Me atrevo a pensar que eso es lo que pretenden muchas asociaciones que priman su carácter secular: Dios está en la calle, en los campos, en las montañas, entre las muchedumbres urbanitas y en los lugares más abyectos; allí donde hay un hálito de vida humana está el Dios de la vida y donde hay algo creado está el Creador.

Quien se tiene que mover buscando a Dios es la persona humana cuando se interroga por el sentido de su existencia, por el significado de libertad y por el valor que tiene lo que nos rodea. A Dios se le busca cuando se busca la razón del vivir, de esperar el futuro y del compartir con el prójimo sufrimientos, enfermedades, incapacidades, así como amor, alegrías o ratos de esparcimiento; en una palabra, se trata de dar sentido a todo lo que acontece a nuestro alrededor y de lo que en verdad nos pasa.

Es decir, buscar a Dios no es un divertimento o pasatiempo de birlibirloque, sino una tarea que nos resitúa en la vida cara a nuestros semejantes y cara a nuestro propio destino final.

El encuentro con Dios se da en la calle, en la vivienda o en lugar del trabajo, sobre el asfalto como sobre la tierra, al caerse del caballo o al subirnos a un medio de locomoción rápido… No hay nada determinado ni prefijado. Pero sí es cierto que cuando se realiza es lo más profundo nuestro y lo que más nos concierne. No es una aventurilla pasajera más, ni una anécdota que contar a nuestros contertulios en la barra; es más bien algo que nos altera profundamente. Que marca nuestra historia en la vida y que siempre abriría una página nueva de nuestro diario o un capítulo especial de nuestra biografía por escribir. Y sobre todo, que cambia nuestra manera de ver a los demás y nuestra manera de estar en el mundo como seres responsables.

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16
Ene
2018
La primera en la frente
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     La primera en la frente para que nos libre Dios de los malos pensamientos, decía el Catecismo. Porque en la frente está el cerebro que es el alimento de todas nuestras voliciones y decisiones personales. La libertad se trabaja en este órgano. Es lo más noble que Dios nos ha dado y es en él donde podemos originariamente encontrar a Dios, pues las huellas de Dios todavía están calientes y más fácilmente podemos rastrear sus vestigios.

     En cambio, nadie llamará buenos pensamientos a los gérmenes de odio a los semejantes, a las conductas dictadas por la prepotencia, al creerse el centro del universo y al querer sustituir a Dios en la existencia de la naturaleza, al creerse el ombligo del mundo y querer reemplazar a Dios en el gobierno del mundo.

     A esos demonios hay que espantarlos con la cruz y hay que librarse de todos esos malos pensamientos. Y pedir a Dios ser librado de esa primera tentación del desierto que afectó a Jesucristo. Porque es una tentación el desear tantas cosas buenas y hermosas como hay en el mundo, pero a precio de postrarse y adorar esos diosecillos de la insolidaridad, el avasallamiento del pobre, la desconsideración al que sufre dolencias físicas y el amor propio por encima de toda justicia; prepotencia en una palabra.    

    Y son tentaciones que pueden sobrevenir a nuestra mente porque están en los antípodas de lo que es buscar a Dios con corazón sencillo, compasivo, solidario y afable con todos nuestros semejantes. Dios no está en ese camino y nunca encontraremos en él a Dios quien camina por los caminos de la sencillez y humildad. Y que desconoce esas sendas tortuosas del amor propio  y orgullo.

     Malos deseos es el afán desmesurado de poder, envidia de todo lo que tienen los otros, ira ante quien ha rozado el chasis de nuestro coche, o quien inadvertidamente nos pisa el callo del pié y soberbia de vida de querer estar siempre por encima de los demás en prestigio y poder civil.

     A Dios se le busca desbrozando el camino, quitando tantas malas yerbas como nacen en el corazón del hombre. Porque no se busca a Dios con cualquier pensamiento  sino sólo con el que dignifica el hombre, con el que intenta hacernos progresar en la línea del bien y con el que reconoce que todas las criaturas son de igual dignidad porque todos ellas son hechas por un Ser Supremo.

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