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Blog Buscando a Dios

Antonio Osuna Fernández-Largo O.P.

de Antonio Osuna Fernández-Largo O.P.
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27
Abr
2024
“Dignitas infinita”…, pero ¿hay algo infinito en el mundo?
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Pues sí. La dignidad de la persona humana reconocida en la Declaración universal de los derechos humanos aceptada en la ONU es infinita. Así lo afirma el Decreto de la Doctrina de la Fe diciendo que “esta dignidad de todos los seres humanos puede, de hecho, entenderse como ‘infinita’ (dignitas infinita), como afirmó San Juan Pablo II en un encuentro con personas que sufrían ciertas limitaciones o discapacidades para mostrar cómo la dignidad de todos los seres humanos va más allá de todas las apariencias externas o características de la vida concreta de las personas.” (Declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe del 8 abril de 2024).

Una gozada leer íntegramente el Decreto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Un manual de moral católica que se da de mano con lo mejor de una ética universal y laica. Es señalar los diez mandamientos para la nueva humanidad y hacerlo por boca de toda conciencia recta y no como una voz en el lejano Sinaí. Se alude a que son “pocos los que poseen mucho y muchos los que no poseen nada” (n. 36), a la colonización ideológica de la teoría del género (n. 56), a la violencia contra las mujeres (n. 44-46), a la eutanasia (n. 51-52) … y así hasta 13 casos tratados en el documento, donde no falta nada en áreas novedosas como la violencia digital (n. 61-62) o la trata de personas (n. 41-42).

Un texto así (¿un poco largo?) que remueve las conciencias  y fija los grandes temas de debates y controversias en el mundo actual sugiriendo una puesta al día de las controversias más actuales y reforzándolas con la máxima autoridad de la Iglesia pues la mano del actual Papa es evidente en cada línea.

Y no vamos a negar que también haya cosas que se prestarían a un singular debate y confrontación o aclaración. Señalaremos sobre todo dos que, a nuestro juicio, merecerían mayor atención. Una de ellas es la despenalización en muchas regiones de la tierra de la homosexualidad, que sólo se roza en el texto. Habría que reclamar con mayor urgencia y perentoriedad la despenalización civil de personas homosexuales que se realiza en bastantes naciones de la tierra. Nos parece que existe ahí una legislación civil que ha sido implacable con los casos de homosexualidad causando mucho sufrimiento civil a personas que lo han padecido en todos los tiempos. Pensamos sobre todo en pueblos rurales donde se discriminaba a los (y las) homosexuales en largas épocas de la historia, como también en los comportamientos de muchos militares en el ejército contra los individuos homosexuales. Quienes tienen esta condición por nacimiento son víctimas de persecución durante toda su vida por parte de los poderes civiles y ven menospreciada su dignidad humana.

La otra situación a que queremos referirnos es la maternidad subrogada o vientres de alquiler. Una condena absoluta y sin matices podría dejar de lado posibles conductas beneméritas y de ayuda similar a las conductas de donación de órganos duplicados en casos de necesidad. Y no parece equilibrado atribuirlo siempre a razones económicas o intereses espurios.

  A Dios se le puede buscar en el respeto a la dignidad de la persona, pues todo lo humano tiene una mirada complaciente de Dios creador y salir por los fueros de las personas postergadas es dar un grito a favor y reclamo de lo divino. Quien respeta al prójimo visible está a favor del Dios invisible y hasta desconocido que lo ha creado y sostenido y quien da de comer al hambriento ya está auxiliando a Dios sin nombrarlo. Respetar los derechos humanos es respetar al autor de la humanidad aunque no se le conozca. Defender los derechos de todo ser humano es proclamar la existencia del autor único de la vida y la muerte.

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16
Feb
2024
ESA NO ES MI GUERRA
3 comentarios

Leí hace unos días una noticia que me impactó. Todos los días tenemos que tragarnos largas disquisiciones sobre las armas modernas, sobre los elementos de destrucción que se superponen, sobre largos territorios ocupados y sobre la multitud de mandos de los beligerantes. Pero a veces la tragedia es mucho más honda y personal. En los territorios de Gaza, al sur de la Franja, una bomba del ejército israelí había caído en una pequeña ciudad donde la gente se hacina en hospitales y en poco espacio. La bomba mató a los principales ocupantes de un coche en que iban el padre y la madre de una familia. Murieron en al acto, pero quedó viva y herida la hija en el asiento posterior del coche. Sobreponiéndose a la situación, la hija pudo hacerse con un móvil y empezó a llamar en auxilio. Pasó un largo rato pidiendo auxilio y diciendo dónde estaba. Inútil. Cuando tiempo después llegaron en auxilio  ya la encontraron muerta. Así la tragedia afectó a toda una familia víctima inocente de la guerra.

Pensando si fueran  familiares míos, un gesto de odio y maldición me sobrecogería. Eso es la guerra. No necesito más explicaciones. ¿Para qué tanto armamento científico? Esa niña se fue al otro mundo odiando y maldiciendo éste, donde no le permitían vivir ni a ella ni a sus padres ni una mínima atención. Toda una rama de seres humanos barrida sin remedio.

Cuando describimos los horrores de la guerra sólo nos fijamos en los soldados que perecen o en las armas destruidas, pero olvidamos las tragedias de los individuos que son aniquilados, en seres humanos sin futuro. Hay que atender  a los pueblos devastados o a las familias desaparecidas ¿Quién piensa en que mi familia, mi linaje, mi pueblo son aniquilados y así toda conexión con la existencia real? No solo desaparezco yo, sino también todo arraigo y humanidad donde  poder vivir.

Un estremecimiento se apodera de mí cuando pienso que no sólo voy a morir yo sino la semilla de vida en un entorno humano; es como desaparecer parte de mi existencia solidaria en el mundo; me estremecen los gritos aterradores de quien pide auxilio a la humanidad ante unos padres muertos y petición desgarradora de auxilio.

La llamada de auxilio de la niña para mí es una evocación de lo que es la búsqueda de Dios. En el momento más duro de la vida y ante la falta total de recursos e impotencia de buscar una salida, solo Dios puede acudir en nuestro auxilio. Pero eso solo sucede cuando se ha renunciado a toda guerra entre seres humanos y… ese no es ese el momento presente. Para mí acabar con las guerras del mundo es acudir  a la petición de auxilio de una niña que ha perdido sus padres  y busca desenfrenadamente una ayuda.

A comienzos del presente siglo el Papa decía que esperaba que este siglo fuera el primero sin guerras. Pues se equivocó el Papa. Las personas llevamos siglos y siglos creyendo que las guerras son la solución de los conflictos.

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18
Ene
2024
Se proponen poner en cuarentena la loable bendición de personas
11 comentarios

Desde hace breve tiempo veo en todos los periódicos y revistas religiosas hablar y poner bajo cuestión el tema de las bendiciones sacerdotales a todo tipo de personas, incluso a quienes llevan una vida irregular o no conforme con la sana moral. Todo ello viene a propósito de una declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe que lleva el título de Fiducia supplicans, sobre la bendición impartida a personas en situación irregular desde el punto de vista de legislación eclesiástica. Se cruzan reproches entre eclesiásticos y se hace bandera de partidarios y detractores, que secundan grupitos jaleados sobre todo en publicaciones no muy afectas a lo religioso. Pero sobre todo ha dado origen a que algunas autoridades eclesiásticas, como la Conferencia Episcopal de Angola y Santo Tomé en África Central y los obispos de Burundi tachen esa declaración de contraria a los valores culturales de sus naciones de modo que ningún sacerdote “pueda bendecir a los pecadores públicos que no hacen ningún gesto de arrepentimiento para renunciar a sus pecados”. Una actitud compartida en Camerún, República Democrática del Congo, Gabón. Ghana, Mozambique y Nigeria. En nuestra patria se han dado casos de plataformas de sacerdotes que apoyan esa postura, a los que ya han respondido adecuadamente el cardenal arzobispo de Madrid y el arzobispo de Toledo, además del secretario general de la Conferencia Episcopal Española.

Me sorprende -y personalmente me disgusta- que se ponga públicamente en entredicho por obispos y sacerdotes una acción tan religiosa y conforme con la tradición católica como la de dar la bendición a personas en cualquier situación en que se encuentren desde el punto de vista oficial. La bendición es una fórmula religiosa por la que pedimos a Dios el don de la paz y la salvación para cualquier persona y lo hacemos como un deseo propio del sacerdocio cristiano de la Iglesia, implorando a Dios estos dones que siempre vienen de él, que es lo mejor que podemos desearnos unos a otros y que solo Dios puede concedernos. Es una obra de caridad espiritual para el prójimo y de fe en que todo don de Dios es un bien para los seres humanos y para el resto de las criaturas o cosas usadas por ellos. Así se justifica la bendición de animales practicada estos días comienzo del año y la bendición de cosas de las que los seres humanos nos servimos, para que sean provechosas para todos y nos ayuden a llevar una vida en conformidad con los designios de Dios. Se implora a Dios dones que solo él puede otorgar a pecadores y no pecadores.

Y eso es todo. La historia de la Iglesia y la condición religiosa de todos los seres ha practicado siempre la petición de bendiciones para los humanos. Y ahora resulta que se cuestiona esta práctica en casos de personas con una situación irregular desde el punto de vista eclesiástico: uniones homosexuales, matrimonios de personas divorciadas y, en general, personas en situación irregular moralmente. A esos… ¡ni la bendición!  Como si todas las personas a las que se bendice en cualquier acto religioso estuvieran libres de pecado. La bendición no santifica sino implora de Dios lo que solo él puede conceder y otorgar: su gracia y su perdón. La bendición es implorar dones que solo están en manos de Dios, pero nunca es una canonización de las personas ni desconocimiento de la condición pecadora de los humanos. Está en cuestión la índole religiosa de los dones de Dios, cualquiera que sea la condición de los sujetos. Así ha sido siempre.

Y me duele especialmente porque pertenezco, aunque indignamente, a una institución religiosa fundada precisamente para “Benedicere” a todos los hombres.

La búsqueda de Dios es una búsqueda de los dones divinos en las diversas vicisitudes por las que pasa el ser humano siempre necesitado de gracia para toda la vida. Esa búsqueda se ratifica con la bendición sacerdotal.

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