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Dic2023La Iglesia, comunión de los que buscan a Dios
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Leía hace unos días que el Cardenal Arzobispo de Madrid había afirmado en su visita a un centro penitenciario que “aquí está la Iglesia” porque “hay gente que busca a Dios”. Los centros penitenciarios no son un refugio contra la acción de Dios y menos un terreno reservado para defenderse de la acción de Dios.
La paz por la que con tanto empeño estamos rezando estos días ya reside en el corazón de muchas personas de toda la tierra y es fruto del Espíritu en todos los de recta voluntad: “paz a los hombres de buena voluntad” (Lc 2,14). La encarnación de Jesús se hizo para todos los hombres. Sí, no es un don reservado en exclusiva para los creyentes. La salvación fue anunciada por un ejército celestial a todo ser “de buena voluntad”. Tal es el mensaje apostólico: “Nosotros damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo” (1 Jn 4,14) y no solo para una porción de escogidos.
La primera creencia de los fieles es la salvación universal de los hombres. Toda la humanidad ha sido redimida por Dios y los dones de Dios no se frustran ni caen en el vacío. La voluntad salvadora de Dios afecta a todas las personas, de cualquier raza y condición. La Iglesia es sólo el reducto de quienes explícitamente reconocen esa salvación y la confiesan, pero es toda la humanidad, de cualquier raza, color o religión, la que ha sido salvada. Jesús se refirió a los que hacen bien a los demás, no a los que llevan el colgajo de católicos; el reino de Dios está en todos los que miran el bien del prójimo, no en los que alardean de su confesión y de la gloriosa historia del catolicismo.
La salvación que proclama la fe de la Iglesia no es un tesoro guardado por ella, sino una obra de Dios con la humanidad que ella reconoce explícitamente y anuncia; no es lo que hacen los hombres sino lo que Dios hace de los hombres. Esa es la iglesia en la que creo; no la de una jerarquía recogida en el Anuario Pontificio. Es la obra de Dios entre los hombres, no lo que los hombres construyen con sus intereses para señalar caminos a Dios.
La búsqueda de Dios tiene la iniciativa solo de Dios, sirviéndose de los quehaceres ordinarios y las luchas del día a día para realizarse como creaturas de Dios. Con sus altibajos, infidelidades y luchas por el pan de cada día. Es la vida ordinaria. Esa la vida de la iglesia en la que, por supuesto, también participan todos los que hacen algo por los demás.
Con esta identificación es con la que participo del viejo adagio de la teología: fuera de la Iglesia no hay salvación. La salvación está abierta a todos los humanos y los que buscan a Dios en cualquier situación de la vida ya han sido tocados por la salvación de Dios. Todos son invitados a celebrar el Nacimiento del Salvador universal.