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Blog Buscando a Dios

Antonio Osuna Fernández-Largo O.P.

de Antonio Osuna Fernández-Largo O.P.
Sobre el autor

8
Oct
2021

Buscar algo incondicionado e ilimitado es buscar a Dios. Nada valen otras definiciones alambicadas, ni siquiera las académicas

2 comentarios

     

Muchas veces me han preguntado que les defina quién es Dios, que yo lo sabré después de apelar con frecuencia a Dios o invocar su nombre. Pero no se trata de definir quién es Dios sino de sentirse afectado por alguien que nos supera a todos.

Sí. No se busca a alguien que defina brillantemente quién es Dios en una erudita monografía calificada cum laude en las academias, sino qué cambia en nuestra existencia si confesamos la realidad de Dios. Dios no es alguien demostrado sino mostrado, no alguien que conocemos fortuitamente sino alguien quien sale a nuestro encuentro.

Los seres humanos tenemos la convicción de que todos somos iguales, de que nadie está por encima del otro, de que todos somos de la misma dignidad;  tal es el abecedario de los derechos humanos. Pero por lo que se suspira es por alguien que no sea precisamente como todos, sino que está por encima de todos, de que sea autoridad indiscutible en las luchas, de que sea el pacificador allí donde no hay posibilidad de encontrar la paz, de que sea verdad por encima de las innumerables opiniones humanas. Alguien que sea… Dios.

¿Queremos más pruebas de que Dios es necesario e imprescindible en la vida de todo el mundo y de cada ser humano en cualquier sitio donde se encuentre?  Esto es lo que buscamos todos al invocar a… Dios.

Lo primero que certifica nuestra idea de Dios es la de un Ser Supremo, creador y señor de todo lo creado y gobernador de todo el mundo con una sabiduría que es exclusiva suya y no esperar que aceptemos  a Dios si coincide con nuestros gustos y si se porta gobernando el mundo de una manera que a cada uno le parezca razonable. Eso único y supremo por encima de toda veleidad es… Dios.

Hemos alterado el mundo con nuestros egoísmos y nuestros odios e insolidaridades y ahora preguntamos: ¿dónde está ese que dicen que lo arregla todo? Queremos fabricar dioses tapagujeros que arreglen nuestros egoísmos y pasiones, nuestras mezquindades, nuestras limitaciones e inseguridades. Pues estamos equivocados, porque Dios no es eso y eso que buscamos no es Dios sino la proyección idealizada de nuestras frustraciones y soberbia; alguien que nos sirva en bandeja nuestras ensoñaciones.

 Pensamos que somos fabricantes de toda realidad, pero hay alguien que nos persigue con su amor y se ofrece a nuestra respuesta y al que buscamos con el corazón lleno de nostalgias y sin embargo siempre está oculto. Y eso… solo es Dios.

Solo lo que es fruto del corazón e intuición del sentimiento es moneda válida en el reino de lo divino. Cuando buscamos a Dios, lo que buscamos es alguien que no sea precisamente como somos todos nosotros.

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Loreto
11 de octubre de 2021 a las 10:16

UN HOMBRE PREGUNTA…

¿Dónde está Dios? Se ve, o no se ve.
Si te tienen que decir donde está Dios, Dios se marcha.
De nada vale que te diga que vive en tu garganta.
Que Dios está en las flores y en los granos, en los pájaros y en las llagas,
en lo feo, en lo triste, en el aire, en el agua;
Dios está en el mar y a veces en el templo,
Dios está en el dolor que queda y en el viejo que pasa
en la madre que pare y en la garrapata,
en la mujer pública y en la torre de la mezquita blanca.
Dios está en la mina y en la plaza,
es verdad que está en todas partes, pero hay que verle,
sin preguntar que dónde está como si fuera mineral o planta.
Quédate en silencio,
mírate la cara.
el misterio de que veas y sientas,
¿no basta?
Pasa un niño cantando,
tú le amas,
ahí está Dios.
Le tienes en la lengua cuando cantas
en la voz cuando blasfemas,
y cuando preguntas que dónde está,
esa curiosidad es Dios, que camina por tu sangre amarga,
en los ojos le tienes cuando ríes,
en las venas cuando amas,
ahí está Dios, en ti,
pero tienes que verle tú,
de nada vale quién te le señale,
quién te diga que está en la ermita, de nada,
has de sentirle tú,
trepando, arañando, limpiando,
las paredes de tu casa:
de nada vale que te diga que está en las manos de todo el que trabaja,
que se va de las manos del guerrero,
aunque éste comulgue, practique cualquier religión, dogma o rama;
huye de las manos del que reza y no ama,
del que va a misa y no enciende a los pobres velas de esperanza;
suele estar en el suburbio a altas horas de la madrugada,
en el hospital, y en la casa enrejada.

Dios está en eso tan sin nombre
que te sucede cuando algo te encanta,
pero de nada vale que te diga que Dios está en cada ser que pasa.

Si te angustia ese hombre que compra alpargatas,
si te inquieta la vida del que sube y no baja,
si te olvidas de ti y de aquéllos, y te empeñas en nada,
si sin por qué una angustia se te enquista en la entraña,
si amaneces un día silbando a la mañana
y sonríes a todos y a todos das las gracias,
Dios está en ti, debajo mismo de tu corbata.

Gloria Fuertes
Gracias

María
16 de mayo de 2022 a las 20:30

¡Magnifico!

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