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Blog Buscando a Dios

Antonio Osuna Fernández-Largo O.P.

de Antonio Osuna Fernández-Largo O.P.
Sobre el autor

21
Nov
2019
Las mentiras tienen narices largas, como Pinocho
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La vida social y, más todavía, la vida política es un basurero de mentiras. Se constata al abrir los periódicos de cada día. Todos tienen las narices largas como Pinocho, quien preguntado varias veces por el hada sobre si había estudiado, siempre respondía falsamente que sí había estudiado. Y a cada respuesta mentirosa le crecían las narices.

La moral clásica está llena de distinciones sobre tipos de mentira: mentira piadosa, injusta, perniciosa, de comerciantes, para salvar la honra, la del imputado en juicio, la del subterfugio ante el injusto inquisidor, … ¡qué sé yo cuántas! Pero, atención, el culto a la sinceridad no es patente de corso para toda clase de osadías. El bien de la persona y su dignidad es el bien de mayor cuidado y, si el culto de la sinceridad nos lleva a malograr el bienestar del individuo, nuestra sinceridad ha sido una herida causada con cuchillo afilado o agua hirviendo en sus heridas. El bien del prójimo es la suprema medida de la moral de las mentiras y no  el prurito de transparencia. “Yo siempre digo las cosas claras”, pues puede ser que con tu comportamiento hieras al hermano. “Yo nunca tengo pelos en la lengua”, pues podrá ser que tienes una lengua viperina.

El mandamiento principal de la moral evangélica es amar al prójimo y no ir alardeando de las filacterias de sinceridad y claridad y de ser un machote de las cosas claras. Hay veces en que decir una mentira puede liberar al prójimo de una angustia torturadora o de una depresión inculpable y atenazadora o de una situación irreprimible de angustia.

Atención, pues, a lo que es verdadera caridad para el prójimo. Que esa es la suprema ley de los cristianos y a Dios se le busca siempre que emprendemos una acción a favor del prójimo y se le encuentra siempre que liberamos al prójimo de algún mal. Todo bien hecho al prójimo es entrar en la antesala de Dios.

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5
Nov
2019
Asignaturas pendientes. Una más: la revolución feminista
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El feminismo es la revolución más importante de la segunda mitad del siglo XX o de la postguerra. Y no ha terminado todavía. La conciencia de la discriminación, infravaloración y postergación de la mujer en la vida social humana hasta reducirla a un objeto de consumo se ha prolongado durante siglos. Y aun no ha terminado. La inferioridad de las naciones que todavía mantienen esa discriminación es, ante todo, en razón de no aceptar esta revolución.

La revolución todavía está pendiente. No sólo porque conviven culturas donde no ha llegado tal revolución con otras donde ya es eficaz, sino también porque la igualdad alcanzada es todavía formal  y como de leyes, pero se descuida totalmente lo que es aportación de cada sexo, sacando de sí lo mejor que tiene y poniendo todas sus facultades al servicio de la totalidad de la vida humana. No digamos nada de los lugares donde el feminismo lo ha acaparado en exclusiva una mentalidad de izquierdas, como si fuera un eslogan de partido y no un progreso de la humanidad en su totalidad.

Incluso la Iglesia tenía que ser sensible a este movimiento. Ella ha nacido y ha pervivido siglos en culturas patriarcales y, casi siempre, abiertamente machistas y esto se le ha pagado e impregnado su vida. En la Iglesia muchas leyes y prácticas atufan a machismo. Este la ha contaminado a lo largo de su historia pues se ha desarrollado principalmente bajo culturas abiertamente machistas. La inculturación de la Iglesia, tan socorrida en estos tiempos, tiene también el lado oscuro de contaminarse de la cultura en la que se vive. Está más que nadie obligada a este cambio de mentalidad y costumbres machistas o dejará de ser testigo creíble para la humanidad.

Las mujeres en la Iglesia introducen el contrapeso al clericalismo, que tantas veces ha denunciado el Papa como el mal social de la Iglesia presente. Y, por fin, a ver si los entendidos nos aclaran lo de las diaconisas, que llevan ya mucho tiempo estudiándolo. Ese clericalismo es ostensible sobremanera en la legislación sobre la vida religiosa femenina, llena de desconfianzas, cautelas y suspicacias con quienes constituyen un estado de vida honorable, según dicen.

El peso de la cultura patriarcal es todavía muy significativo. Espacios como la política, la empresa, ejercicio de la autoridad… tienen todavía un rostro masculino que los delata. Faltan modelos femeninos de liderazgo en esos campos. Y eso también sucede en la Iglesia, donde las mujeres cristianas no tienen un espacio que les defina y les represente singularmente. Y, acentúo, en la Iglesia, donde ministerio eclesiástico y poder han ido siempre muy juntos y todo gobierno y poder de dirección ha estado asociado al mundo masculino. Tan solo en el elenco de santidad después de la muerte hay lugar para el elemento femenino.

Dios sale al encuentro indistintamente de hombres y mujeres. La salvación es para todos, hombres y mujeres. Hombres y mujeres van buscando a Dios atendiendo solo a su buena voluntad, no al género.

 

 

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1
Oct
2019
No enjaulemos a Dios. Él sale al encuentro en cualquier camino
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He leído atentamente el Documento de la CEE  sobre la oración del 28 agosto 2019, en la fiesta de S. Agustín. El citado documento quiere hablarnos de la praxis de la oración cristiana y sus fundamentos en la fe –nobilísimo empeño que todos alabamos y del que no cesaremos de hablar nunca-, pero en un punto concreto me ha producido perplejidad. Es el que desautoriza y pone en entredicho las prácticas de meditación no cristianas, directamente la meditación budista del zen. Esta práctica religiosa está extendidísima en la humanidad. Original de la India, se extendió ampliamente en China, Corea, Japón y Vietnam y hoy es también la meditación budista más extendida en Occidente.

Nos parece humildemente que tal proceder no se compatibiliza con el diálogo interreligioso propugnado en la Nostra aetate del Vaticano II que nos insta a “reconocer, guardar y promover aquellos bienes espirituales y morales, así como los valores socio-culturales que los creyentes de otras religiones poseen”. Y algo similar leemos en la Carta de la Congregación para la doctrina de la fe, firmada por su Prefecto Cardenal Ratzinger, el 15 octubre 1989: “Las auténticas prácticas de meditación provenientes del Oriente Cristiano y de las grandes religiones no cristianas… pueden constituir un medio adecuado para ayudar a la persona que hace oración a estar interiormente distendida delante de Dios” (n. 28).

Son millones de seres de nuestro tiempo y de tiempos pasados los que se han acercado a Dios practicando esta meditación  en que el hombre llega a dominar su mente, a encontrar lo más digno de sí mismo, a espiritualizar su vida  en la aceptación de un comportamiento de respeto a los demás, a buscar las pequeñas parcelas de verdad y bondad de toda la creación y, en una palabra, a buscar a Dios en lo más noble de su espíritu, allí donde el espíritu humano está más cercano de Dios. A una enorme cantidad de seres humanos de nuestro tiempo y de siglos pasados es así como se les ha abierto el camino a buscar a Dios. ¿Qué mal hay en ello? Por supuesto que no es el camino que yo he recorrido para alcanzar a Dios en la práctica del cristianismo y en la imitación de Jesús orante. Pero los que así tenemos la gracia de llegar a Dios somos una minoría en la humanidad. A Dios le han encontrado muchísimos seres de este tiempo y tiempos pasados que han ignorado la oración cristiana.

Nosotros no tratamos de establecer comparación ni paralelismos “entre el camino zen y Jesús como camino, o entre la kénosis de Dios y el despego y el desprendimiento radical que se practica en el budismo”, como dice el Documento citado de la CEE (n. 14), sino solo queremos reconocer que Dios puede usar la práctica del camino zen para hacerse presente en el espíritu de quienes lo practican, es decir, que la salvación es posible para todos los hombres aunque no hayan oído nada de la salvación en Jesucristo. Y que, en todo caso, encontrarse con lo más íntimo del espíritu, ahondar en las raíces de lo humano y liberar al hombre de toda sumisión a lo caduco, es camino apto para que Dos salga al encuentro del hombre. Dios nos puede buscar también en los caminos del zen.

Tal comportamiento amistoso y respetuoso hacia la meditación que se practica en otras religiones no cristianas fue también la práctica de S. Pablo, quien hablando a practicantes de otras religiones empieza diciendo públicamente: Atenienses, veo que sois en todo extremadamente religiosos…pues veneráis sin conocerlo  al que os anuncio yo (Hch 17,22s.)

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6
Sep
2019
DEBÉIS SER “PRUDENTES COMO SERPIENTES”
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Hay una virtud que dirige la danza de todas las demás. Es la virtud de la prudencia. ¿También gobierna la caridad? Pues sí, el amor a los demás debe ser prudente en todos sus actos, respetando derechos, singularidades y autonomía de todas y cada una de las personas, recordando  lo más posible todo lo pasado, dando la intensidad necesaria al presente y previendo anticipadamente el futuro de cada sujeto. Prudente no significa que haya de ser corto sino con máxima eficacia, con total garantía y tacto. En una palabra, respetando al máximo la singularidad de esa persona a la que decimos amar y sus decisiones personalísimas, su libertad en una palabra.

Hay que recordarlo, pues últimamente se ha vaciado de sentido a la prudencia. Se la reduce a lo cauteloso, a lo que huye de todo compromiso, a lo que se esconde cuando hay que salir por los fueros de algo, al agazapado. Y así parece que al prudente nunca se le puede echar la culpa de nada, porque no hace nada ni está en la lucha de nada; no pierde ninguna guerra porque nunca está en la batalla. No. Eso no es la virtud sino una fuga de toda eficacia.

Porque si es virtud la prudencia lo es porque es una decisión bien pensada y meditada de lo que conviene hacer en cada caso particular, en cada circunstancia de tiempo y lugar y eso hacerlo decididamente, sin ambages y con nervio. A todo acto virtuoso debe preceder un juicio certero y ajustado de lo que debe hacerse en cada caso y ese juicio es a lo que llamamos prudencia. Nuestras conductas concretas deben ir siempre precedidas de un juicio singular y de una actitud plenamente circunstanciada o, de lo contrario, nos convertimos en un recetario para uso de todos. No; eso no es actitud virtuosa sino conformismo, mimetismo, vida gris; todo menos actitud racional y personal ante el bien. Amoldarse a lo que se lleva, adaptarse a la moda. La prudencia es ir contra la corriente, navegar hacia arriba y, sobre todo, respetar a los demás en su singularidad.

Los rectos buscadores de Dios lo hacen siempre con una caridad prudente para los demás. El acto prudente es también una iluminación del Espíritu de Dios. La Biblia llama a la prudencia vivir en sabiduría.

 

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4
Jul
2019
Los santos de la puerta de al lado
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¿Quién no tiene un santo de peculiar devoción? ¿Ese que es un buen ‘influencer’ en asuntos privados o necesidades personales? Hay santos especializados en toda clase de necesidades humanas. Y hay muchos especializados en toda clase de situaciones de la vida corriente. Son conocidos de todos. Pero yo quiero hoy referirme a otra clase de santos. Son los que nadie invoca y de los que solo Dios conoce su santidad y la Administración estatal su Documento Nacional de Identidad. Pero la importante es su grado de humanidad y de reconocimiento de que Dios es conocido y amado en el comportamiento de su vida entera por muy vulgar que parezca. Son vidas socialmente irrelevantes pero religiosamente  dignísimas, de santidad oculta para todos menos para Dios. En una palabra, son “los santos de la puerta de al lado”, como los ha llamado el Papa Francisco.

¿Para qué esforzarse en describir esos santos de la puerta de al lado cuando el mismo Papa lo ha hecho de manera certera: «Me gusta ver la santidad en los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante cada día, veo la santidad de la Iglesia militante» (Exhort. Apost. Gaudete et exsultate, n. 7). Eso es lo que quiero decir yo, pero no lo sé decir  tan bien como lo hace el Papa Francisco.

 

 

 

 

 

 

 

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18
Jun
2019
La herejía del situacionismo
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Hace tiempo se hablaba en Teología Moral de la herejía del situacionismo, también llamada americanismo y los teólogos bramaban contra ella. Pero ya Sto.  Tomás decía que las leyes generales postulan leyes particulares y las particulares casos no “encajables” en la realidad. La vida no  se adapta a las cajas de las generalidades. Sin comprender la “singularidad” nunca comprenderemos las cosas como existen en su individualidad, es decir, la realidad. Sin hacerse cargo de las situaciones nunca cumpliremos bien la aplicación de la ley. Es preciso estar siempre “situado” en la circunstancia concreta y evocarla inteligentemente. Y de ahí proceder a cualquier género de legalidad o generalidad.

De profesor de estas materias tuve que enseñar repetidas veces que la ley formalmente no es más que la tipificación abstracta de una conducta o de una situación. Y la vida es tan compleja que no puede encerrarse en un tipo. Son variadísimas las conductas y las circunstancias que rodean cada comportamiento. Por ello las leyes siempre necesitan una aplicación del juez, una actividad interpretativa, una descripción más concreta de lo singular en ellas, una tipificación que les dé generalidad. Esto lo cumplía mediante la virtud de epiqueya.

Pues bien, ahora percibo un reclamo continuo de la ley, pero un olvido total de lo concreto, de lo personal, del pathos de cada situación. Sólo vale lo genérico e indeterminado: el tenor de la ley.

Cuando se encuentra a Dios es siempre en una situación concreta, irrepetible, como la conciencia personal de cada sujeto. No está legislado nuestro encuentro con Dios ni siquiera en la última redacción del derecho canónico. Y en cambio veo anunciados numerosos libros que quieren fijar leyes comunes, válidas para todos, sobre la meditación, la oración, los grupos de trabajo religioso, la conversión a Dios. Como si buscar a Dios fuera una causa de entrenamiento, un aprendizaje escolar, una gimnasia muscular, un curso que hay que aprobar o una competición que hay que ganar.

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27
May
2019
La religión como tapujo de deberes humanos
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Lo religioso es estar en su sitio como humanos y comportarse como tales. El animal por inteligente que parezca no tiene religión; sus comportamientos nunca son religiosos. ¡Esa es la diferencia! Nuestra vida es secular, mundana cien por cien. Y sin embargo es una forma de religión querida por Dios y por él bendecida. Es reconocer el valor divino de lo humano. Es vivir nuestra condición humana hasta el extremo y en el extremo de lo humano está su condición religiosa. Pero, eso sí, es vivir y cumplir todo lo que es humano y es humano ser solidario, ganarse el pan con el sudor de la frente, compartir alegrías y tristezas y estar dispuesto a arrimar el hombro cuando otros necesitan ayuda. Respetar la dignidad y derechos de los demás es tarea para rato. Piensa un poco: ¿cuántos conozco que respeten íntegramente los derechos de los demás?

Quien así obra no cabe duda que ha encontrado a Dios. Y me da lo mismo que sea en tal o cual religión o bajo la sigla de ateo, creyente o agnóstico. Quien, en cambio, abusa de los demás o no ayuda a llevar las cargas o desdeña salir en ayuda del necesitado, es un profundo irreligioso ya que no acepta la condición divina de toda persona ni venera a quien ha otorgado esa dignidad.

Todo lo que goza de vida es digno. Y lo que es digno humanamente es religioso. Y lo religioso es algo sustentado en lo humano y nunca un disfraz para ocultar lo humano.

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3
May
2019
Milagros sólo los hace Dios. Nosotros solucionamos problemas a base de mucho apencar
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Hay un estilo de vivir la fe como  si fuera un saco de milagros, se conoce de memoria las especialidades de los mil y un santos de la historia. Cada santo tiene su especialidad en hacer un determinado género de milagros y procura no invadir el terreno acotado por otros santos.

No entiendo esa ideología. El milagro es terreno exclusivo de la divinidad, que es la misma que ha trazado el orden de las cosas, orden que queda alterado por el milagro natural. Solo quien hizo una cosa la puede deshacer.

Y, eso sí, el Dios Padre de todos los hombres puede escuchar y atender las súplicas de cualquier hijo suyo. No veo otro camino. Si nos ayuda algún santo, mejor que mejor. Eso sí, es válido porque siempre hay quien está más o menos cerca del Todopoderoso.

En todo caso, a Dios invocando y con el mazo dando. Porque ese Dios nos ha dado una vida, unas fuerzas y unas capacidades de inteligencia, voluntad y sentimientos que ya son el mayor milagro que podamos recibir.

 

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16
Mar
2019
Ponerse al mundo por montera
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La búsqueda de Dios a veces nos obliga a romper totalmente con un pasado, en cualquier orden de cosas. En primer lugar, nos obliga a salir del estado de creerse el centro del mundo para pasar a reconocer que el mundo es obra de Dios y nosotros meros peones sin cualificación de la Providencia. Y nos obliga también en segundo lugar a romper con tantos intereses creados como hemos ido fabricando en nuestra vida y que condicionan nuestro futuro.

Hay que romper frontalmente con el pasado y hay que prescindir de todo compromiso con las cosas pasadas, como hace el torero que se pone el mundo por montera y sale a jugárselo todo, a por la faena de su vida.

Hay que sobreponerse al mundo de los prejuicios, de  lo que se lleva, de lo progre, de lo que tiene chic, de lo friki, y asumir nuestra propia identidad serenamente y en libertad. Identidad humilde, de peones, sin sueños de quimeras sino contando con nuestras limitaciones e imperfecciones pero reconociendo el gran valor de lo pequeño, del detalle pletórico de sentido. Que para Dios todo lo grande de este mundo es una nimiedad y lo pequeño de este mundo es lo que cuenta.

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6
Feb
2019
Morrocotuda tarea: Discernir en la propia vida
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En estos días nos llegan muchos mensajes de altas autoridades eclesiásticas sobre la tarea y el empeño de discernir en la vida, e incluso se propone como suprema tarea a la juventud de nuestro tiempo. Y como sumo empeño pastoral de la Iglesia. Es un estilo eje de la vida, pero que ahora se le atribuye ser método de trabajo. Se trata de introducir claridad donde no la hay, separar lo que es y lo que debe ser, emprender el camino recto y dejarse de caminos tortuosos, saber de antemano lo que debe emprenderse y lo que debe abandonarse, saber distinguir entre lo ideal y lo posible. ¡Morrocotuda tarea! Porque los caminos de la vida presente son muy numerosos, complejos, variados y escurridizos. Como no lo habían sido nunca en la historia pero hoy lo son por los avances técnicos, la sucesiva complejidad de la vida y las enormes posibilidades de cada sujeto siempre distinto de todos los demás. Y, aunque haya guías Michelín de todos los lugares, no hay guía para orientarse en las vicisitudes de la vida. Hay planos para orientarse en cualquier lugar pero no hay recetas infalibles para mi dolencia concreta. Es tarea peculiar de cada sujeto; podrá haber consejeros, experimentados o predecesores pero es irrepetible la elección de cada uno.

Total, que el discernimiento que se nos pide y propone nos complica mucho más la vida. Pues todo ello se aplica a nuestro lema de buscar a Dios. Hay que discernir dónde, cómo  y con qué consecuencias prácticas se hace la búsqueda de Dios. Y ¿a qué nos compromete el buscar a Dios en la vida?

El Papa ha recibido a los participantes del Capítulo General de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios a los que ha invitado al discernimiento y a la hospitalidad y a la misión compartida. Para Francisco, «el discernimiento lleva a la purificación de nuestra historia y de nuestro carisma, a separar el grano de la paja, a fijar nuestra atención en lo que es importante». También «impulsa a vivir el momento actual con la pasión que debe caracterizar la vida consagrada, ahuyenta la rutina y la mediocridad, y transforma la pasión por Cristo en compasión».

De igual modo, el Pontífice ha invitado a los miembros de la Orden a «un sereno discernimiento sobre las estructuras. Sus estructuras han de ser ‘posadas’ –como la de la parábola del Samaritano– al servicio de la vida, espacios en los que particularmente los enfermos y los pobres se sientan acogidos». «Creen redes “samaritanas” en favor de los más débiles, con atención particular a los enfermos pobres, y que sus casas sean siempre comunidades abiertas y acogedoras para globalizar una solidaridad compasiva» Como decía el Cardenal Aquilino Bocos “una iglesia que no discierne, va dando tumbos, pero si, aunque sea zarandeada, discierne, sale adelante”. Pues me atrevo a decir: un individuo que no discierne en su vida no anda por caminos que lleven a Dios.

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