Dic
Adiós definitivo a una cultura patriarcal y clericalista
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Entre las preces ofrecidas por el Papa para el mes de octubre estaba la que decía: “Recemos para que en virtud del bautismo los fieles laicos, en especial las mujeres, participen más en las instancias de responsabilidad de la Iglesia”.
Ansiamos ver más mujeres en los espacios donde se toman las decisiones importantes de la vida de la Iglesia, pues laicos y laicas son los protagonistas originarios de la misión de la Iglesia. El sexo no tiene nada que ver con la salvación divina. Y ello en virtud del bautismo común que nos ha conferido a todos, hombres o mujeres, la igual dignidad de ser hijos del mismo Padre y nos ha sellado con el ministerio mediador de Jesucristo por igual y nos ha hecho portadores por igual de la reconciliación humana con Dios. El laicado de la Iglesia, hombres y mujeres, son los protagonistas de la culminación de la obra reparadora llevada a cabo por Jesucristo y por tanto igualmente comprometidos en esa obra, sin caer en clericalismos que tanto han desvirtuado la misión de la Iglesia.
Es un error si describimos el oficio sacramental de la Iglesia respecto a la obra de Cristo como si fuera una estructura jerárquica con fijación en el género masculino y ordenada con categorías de género y tener la osadía de pensar que ese orden monogenérico sería de institución divina. También es una corrupción pensar que la igualdad de todos por el bautismo quede paliada por una hipotética jerarquía de sexos. El sacerdocio común de todos los creyentes queda desvirtuado si se le sujeta a una jerarquía de géneros, oficios o carismas. La imagen de Dios del sacerdocio de todos los fieles no puede quedar ofuscada por tareas de género. No es aceptable que la misión de Cristo a todos los creyentes se restringa a un sector de selectos varones y se niegue al resto del pueblo de Dios. ¿Quién va a negar que la Iglesia actual despide un tufillo clericalista?
Defender en nuestra cultura y en el tiempo actual la igualdad de todos los bautizados es buscar a Dios que nos ha querido a todos por igual y es buscar las sugerencias del Espíritu que sopla esta igualdad del que una cultura machista nos ha tenido alejados largo tiempo. Igualdad entre hombres y mujeres en toda clase de derechos y potestades, manteniendo que Dios creó hombre y mujer en igualdad. No hacer del mundo un reino de varones ni tampoco un matriarcado.