Abr
Buscar a Dios es tarea con cuerda para rato
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A Dios no se le busca a ritmo de urgencias o a hora fija de reloj. Dios no tiene horario fijo de trabajo. Se trata más bien de un sentido vital de largo aprendizaje, de una postura frente a todo lo que nos acontece, de una convicción de la conciencia individual cara a todo lo que nos relaciona con los demás, de una persuasión profunda cara al incesante fluir de cosas que son la trama de la vida. En una palabra, buscar a Dios no es susceptible de un programa con fecha y hora predeterminadas, pues no se decide en un congreso ni en una tertulia de tipo casero.
Se va formando como se forman las convicciones profundas de nuestro ser y que son distintas en cada uno. Es el gran valor que nuestro Creador ha dejado encomendado a nuestra libertad. Es, por tanto, un compromiso para toda la vida y quehacer de toda la personalidad y no una tarea de gente mayor o un cursillo de libre inscripción.
Se dijo de alguien que se metió a monja para buscar con rapidez a Dios; algo así como si Dios estuviera escondido en las trasteras de los conventos o en las bodegas de los monasterios, jugando al escondite. Pues, no; no hay lugares seguros para encontrar a Dios. No se trata de cambiar de vida, sino de postura ante la vida.
A Dios se le encuentra sólo en la intimidad y en la autoconciencia, en cualquier sitio o momento del a vida que nos encontremos. A veces, de sopetón y, a veces, tras recorrer situaciones insólitas de la vida; a veces, ante una desgracia familiar que nos fulmina como un rayo y, otras veces, ante un desengaño sentimental que nos deja desilusionados. Y nunca yendo a tiro fijo o con jaculatorias “de absoluta garantía”. Y sin recetas infalibles, aunque estén firmadas por sesudos especialistas del espíritu. En la religión no hay eficacia mecánica ni leyes físicas. Que es cosa de la gracia de Dios, hombre, a ver si te enteras.