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¿DAMOS A DIOS UN VOTO DE CONFIANZA?
0 comentariosDios nos pide a veces un voto de confianza tratándose de nuestro destino. Eso es tener fe, confiar en el futuro que nos tiene preparado Dios. Esa confianza la hacemos a veces en las elecciones políticas o en las decisiones de grupo, pero nanai si se trata de creer en quien ciertamente no confiamos. Damos confianza a los políticos a quienes votamos, al amigo que nos pide dinero porque pasa una mala racha o a quien pretende que nos unamos a sus iniciativas por afecto sin ver con claridad el resultado.
¿Cuál es la proposición de Jesús a la que estamos invitados a dar confianza? Es una propuesta de humanidad nueva, por grandilocuente que esto suene, renacida y recreada. Es propuesta de confianza: Jesús ofrece su evangelio como oferta liberadora y amplificadora de horizontes humanos fraternales e igualitarios y solícitos por el bien ajeno. No es una partidocracia ni de grupos elegidos: todos podemos vivir como hermanos. Señala una economía igualitaria y sencilla, de confianza y fraternidad, no de clases sociales ni de minorías selectas. No es una propuesta en el aire, sino enraizada en el vivir cotidiano de las personas, sea cual sea su condición física. Es la propuesta de relaciones de entrega que siempre se traduce en bien por los demás. Es el sueño de Dios sobre lo humano que ya estaba escrito en las páginas del Antiguo Testamento pero que se ha hecho realidad en la persona singular de Jesús. Es el sueño coincidente de pensadores y filántropos de todos los tiempos y orígenes. Pero que tiene algo singular: la salvación eterna y la dignificación humana ha tenido lugar en una persona: Jesús en quien la divinidad se ha hecho presente, de un modo inefable pero comprobable, de lo divino. No es Hijo por su diferencia de lo humano sino por su hondísima e inefable comunión con lo divino. Por ello aceptar su persona es aceptar el designio divino sobre la humanidad y la historia. En él se puede superar el descrédito que sufre lo religioso y el nombre mismo de Dios. Todo se reduce a confianza en alguien que ha hecho la indecible, hasta morir, por nosotros.
La fe es confianza en algo que nos sobrepasa. Es dejar que Dios haga lo que tiene designado sobre nosotros, que él nos conduzca por sendas desconocidas para nosotros a un terreno que él bien sabe lo que significa pero para nosotros es algo inédito. No saber y dejarse llevar por quien sabe; el grado de confianza es el grado de nuestra fe; cuanto más nos abandonemos en él, mayor será nuestra fe; cuanto más nos desprendamos de nuestro olfato y nos fiemos de quien nos lleva, tanta mayor será nuestra confianza. Por eso la fe no es cosa de sabios ni prepotentes en el mundo sino de gente confiada y amante del que nos pide la fe.
Los buscadores de Dios deben ser humildes y confiados en los demás. Quien es o intenta ser autosuficiente en todo o quien dice que se las sabe todas se va cerrando la salida para la fe que es siempre una confianza en alguien que nos lleva a donde no iríamos nunca por nosotros mismos. El creyente es siempre un ser familiar con lo divino, pues creer en Dios es siempre ponerse en manos de Dios y no hay fe sin confianza en la persona en quien creemos. Creemos sólo en las personas, no en hados ni en constructos artificiales; solo ellas merecen que cerremos los ojos a todo lo visible. Quien tiene fe da a Dios un voto de confianza.