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Estar de vuelta a la fe
1 comentarios«Volver a la fe» es el título de un sucinto reportaje que he visto sobre un cura de La Coruña que ha creado un entorno en una pequeña finca donde cualquier persona que busca a Dios es bienvenida. Un espacio para la reflexión, para la oración, para una buena conversación con gente amiga en compañía de una comida al calor de una hoguera… La buena acogida de esta iniciativa es un indicador de una demanda latente en la sociedad, donde muchas más personas de las que uno pueda imaginar buscan a tientas, y, si no dan el paso de «volver a la fe», es tal vez por el mal ejemplo y la incoherencia de algún creyente, o simplemente por falta de espacios y ocasiones en los que dar rienda suelta a esas inquietudes habitualmente reprimidas en una sociedad donde lo religioso suele ser visto con desdén, pues no altera los índices de la Bolsa ni recibe premios en las competiciones y en los certámenes.
En el corazón de todo ser humano hay un deseo de bien, justicia, equidad, libertad y amor. Deseo que se transforma muchas veces en un ansia a duras penas reprimido. ¿Quién no quiere vivir en seguridad y paz? ¿Quién no busca el fundamento de su propia vida? ¿La razón de su existencia y el término a que camina ineluctablemente?
Pero vivimos instalados en la mentira o la hipocresía y buscando a quién someter a nuestro deseos y contaminarle de nuestras concupiscencias o exprimirle hasta chorrear en sus haberes.
Podríamos decir que hay tantos caminos para toparse con el rostro de Dios como singularidades humanas hay. Estaríamos escribiendo autobiografías espirituales hasta el infinito. Pero todas con un final feliz: encontrar el destino personal, el que Dios quiere en nosotros y que una gran parte de la humanidad desconoce. Dios nos ha hecho distintos, pero a todos nos ama y busca también de modo distinto. Así es la realidad humana. Que si quieres, no tiene vuelta de hoja.