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Habló el buey y dijo mu
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Todos los días escuchamos las opiniones más extrañas y peregrinas de quienes pertenecen a la chismografía de los medios de comunicación social. Opiniones extravagantes e insólitas hasta el extremo. Pues no perdamos un instante de nuestra vida en considerarlas, pues vienen de quienes menos valoramos y no creo que estar recogidas por los MCS las revalorice. De hecho, todos nos enfrentamos a la vida y escucha de los demás con un criterio, con una postura, con un prejuicio que nos hace relegar multitud de cosas que oímos pero a las que no concedemos importancia; prescindimos de ellas sin más.
Eso significa que en nuestra educación y a lo largo de la vida nos hemos ido formando un sistema de ideas, sentidos y valores que integran la trama de nuestra personalidad. Por ello damos valor a lo que lo tiene y desechamos todo lo que es improcedente, baldío y sin sentido o tenemos como tal. Y eso es la educación permanente en nuestra vida. Formamos nuestra persona a lo largo de la vida.
Y pienso que eso es también una madurez espiritual; sí, vamos madurando espiritualmente a lo largo de nuestra vida. Y así es como nos vamos forrando del antídoto que nos permita desechar tantas insensateces como tenemos que oír todos los días a nuestro alrededor o tantos comportamientos que nunca imitaríamos. La autoeducación es una defensa contra tanto sinsentido como tenemos que sufrir en la vida. Porque la vida, que tiene momentos maravillosos y cosas dignísimas, tiene también cosas insufribles y desechables.
No esperemos cada día al salvador de nuestra existencia ni obtener el remedio puntilloso para toda clase de males sociales, físicos o psíquicos. Nadie da más de lo que tiene.
Y pienso que el encuentro con Dios muchas veces sucede en medio de tantas estulticias como hay que oír a diario, el hallazgo de esta joya acontece en medio de mucho barro. Hay que “estar a la escucha” en medio de tanto ruido vano e insensato y saber responder como se merece la llamada de Dios. No ser como el buey de la fábula que, llamado a sentenciar quién cantaba mejor, si el ruiseñor o el canario, solo supo responder con el acostumbrado y estulto: mu.