Ene
LA IGLESIA NO ES UNA JAULA DEL ESPÍRITU SANTO
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Hay un modo de expresar la salvación universal de Dios acaparando y privatizando el don gratuito de Dios. Sería pensar que la Iglesia no sólo es la servidora del Espíritu sino que también es la depositaria y acaparadora del Espíritu. La Iglesia o sus ministros tendrían la exclusiva del Espíritu. Eso es un modo reducido de entender el reino de Dios que es reino para todos y de todos los que profesan fe en un Dios misericordioso y salvador de todos los hombres. En este reino se ingresa, no por la sangre azul, sino por el sentimiento de nuestra dependencia para quien nos creó y salvó. Y son muchos los que así piensan fuera de la Iglesia.
La dependencia de Dios se detecta ante todo en la disposición a escuchar y secundar cuanto el Espíritu sugiere en nosotros. Un Espíritu libre y que sopla donde sus divinos designios determinan y no en aquellos espacios reducidos y delimitados por nuestros gustos, prejuicios o capillismos siempre sectarios. En todas partes y a todos los hombres, independientemente de su cultura o de su raza.
Los seres humanos hemos construido jaulas reducidas para nuestros gustos, intereses o prejuicios en los que intentamos encerrar la libertad omnímoda de Dios para realizar su propósito de salvar las personas. Solo se salvarían los que nosotros les concedemos el pase o los que tienen nuestra tarjeta de miembros de la sociedad eclesiástica. Al contrario, solo en los corazones abiertos a Dios se realiza la empresa que Dios quiere para nosotros; no en las cavernas o jaulas en las que pretendemos encerrar la inefable e inesperada acción divina. Es alzarse con la identidad divina quien no es más que humilde servidor de Dios.
Y es que hay quien se empeña en convertir la acción divina en un esfuerzo en hacer capillas o madrigueras de reserva de la salvación.
“La Iglesia no es una jaula del Espíritu Santo”, decía una vez el Papa Francisco. ¡Qué razón!