Mar
La paz es siempre fuente de bienes, por pequeños que sean; la guerra, al contrario, fuente de males y siempre grandes por cierto
0 comentariosHay cosas que la humanidad lleva siglos sin aprender: la guerra es un mal a evitar en absoluto. Ni siquiera el cristianismo lo ha madurado, a pesar del evangelio. Ha legitimado la guerra en muchas ocasiones; baste recordar los estragos de las Cruzadas o pensar en las actuales palabras edulcoradas del patriarca ortodoxo de Moscú y acompañante de actos públicos de Putin y defensor ambiguo de “la tierra rusa”.
Los teólogos antiguos –que eran realistas en grado sumo− decían que es condición de una guerra que se pretenda justa el que los bienes que logre sean superiores a los males que causa. Esto equivale a condenar toda guerra en nuestros tiempos y en nuestros lares. No es cierto que los antiguos defendieran la guerra justa sino que le ponían tales condiciones que la hacían inalcanzable en casi todos los casos. Ya está bien de seguir citando autoridades antiguas eclesiásticas sobre la guerra como si la guerra defensiva de ejércitos en lugares aislados de población en el siglo XVI fuera lo mismo que las guerras totales y de población civil indefensa de la actualidad.
“La guerra es una locura. Parad, por favor”, exclamaba hace unos días el Papa. Sí, eso, locura de un ejército bien equipado matando impunemente a gente indefensa e inocente. No se trata de historias de hace siglos sino que lo estamos viendo y percibiendo en nuestro entorno. No estuvo acertado el Papa que al comenzar el siglo presente profetizó que el siglo XXI sería el siglo de la paz anhelada desde siglos.