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Blog Buscando a Dios

Antonio Osuna Fernández-Largo O.P.

de Antonio Osuna Fernández-Largo O.P.
Sobre el autor

1
Oct
2019

No enjaulemos a Dios. Él sale al encuentro en cualquier camino

3 comentarios

He leído atentamente el Documento de la CEE  sobre la oración del 28 agosto 2019, en la fiesta de S. Agustín. El citado documento quiere hablarnos de la praxis de la oración cristiana y sus fundamentos en la fe –nobilísimo empeño que todos alabamos y del que no cesaremos de hablar nunca-, pero en un punto concreto me ha producido perplejidad. Es el que desautoriza y pone en entredicho las prácticas de meditación no cristianas, directamente la meditación budista del zen. Esta práctica religiosa está extendidísima en la humanidad. Original de la India, se extendió ampliamente en China, Corea, Japón y Vietnam y hoy es también la meditación budista más extendida en Occidente.

Nos parece humildemente que tal proceder no se compatibiliza con el diálogo interreligioso propugnado en la Nostra aetate del Vaticano II que nos insta a “reconocer, guardar y promover aquellos bienes espirituales y morales, así como los valores socio-culturales que los creyentes de otras religiones poseen”. Y algo similar leemos en la Carta de la Congregación para la doctrina de la fe, firmada por su Prefecto Cardenal Ratzinger, el 15 octubre 1989: “Las auténticas prácticas de meditación provenientes del Oriente Cristiano y de las grandes religiones no cristianas… pueden constituir un medio adecuado para ayudar a la persona que hace oración a estar interiormente distendida delante de Dios” (n. 28).

Son millones de seres de nuestro tiempo y de tiempos pasados los que se han acercado a Dios practicando esta meditación  en que el hombre llega a dominar su mente, a encontrar lo más digno de sí mismo, a espiritualizar su vida  en la aceptación de un comportamiento de respeto a los demás, a buscar las pequeñas parcelas de verdad y bondad de toda la creación y, en una palabra, a buscar a Dios en lo más noble de su espíritu, allí donde el espíritu humano está más cercano de Dios. A una enorme cantidad de seres humanos de nuestro tiempo y de siglos pasados es así como se les ha abierto el camino a buscar a Dios. ¿Qué mal hay en ello? Por supuesto que no es el camino que yo he recorrido para alcanzar a Dios en la práctica del cristianismo y en la imitación de Jesús orante. Pero los que así tenemos la gracia de llegar a Dios somos una minoría en la humanidad. A Dios le han encontrado muchísimos seres de este tiempo y tiempos pasados que han ignorado la oración cristiana.

Nosotros no tratamos de establecer comparación ni paralelismos “entre el camino zen y Jesús como camino, o entre la kénosis de Dios y el despego y el desprendimiento radical que se practica en el budismo”, como dice el Documento citado de la CEE (n. 14), sino solo queremos reconocer que Dios puede usar la práctica del camino zen para hacerse presente en el espíritu de quienes lo practican, es decir, que la salvación es posible para todos los hombres aunque no hayan oído nada de la salvación en Jesucristo. Y que, en todo caso, encontrarse con lo más íntimo del espíritu, ahondar en las raíces de lo humano y liberar al hombre de toda sumisión a lo caduco, es camino apto para que Dos salga al encuentro del hombre. Dios nos puede buscar también en los caminos del zen.

Tal comportamiento amistoso y respetuoso hacia la meditación que se practica en otras religiones no cristianas fue también la práctica de S. Pablo, quien hablando a practicantes de otras religiones empieza diciendo públicamente: Atenienses, veo que sois en todo extremadamente religiosos…pues veneráis sin conocerlo  al que os anuncio yo (Hch 17,22s.)

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J
3 de octubre de 2019 a las 08:54

Usted que es teólogo, padre Osuna, sabe que cuando pensamos en Dios, cuando reflexionamos sobre El, cuando hacemos teo-logía lo enjaulamos, lo introducimos en nuestras categorías mentales. Incluso, desde el punto de vista científico, neurológico, se activan determinadas redes cerebrales, lo que supone un encasillamiento. Recordemos los experimentos realizados con contemplativas franciscanas y carmelitas sobre e momento de éxtasis o presencia de Dios, ensayos realizados con permiso de la Santa Sede. El problema es cuando la llamada meditación no tiene nada que ver con el pensamiento centrado en Dios, sea el revelado por Cristo, o sea el desconocido de que habla la cita del Apóstol que usted trae a colación. Zen, o su versión más extendida de la mindfulness, no es un pensamiento sobre Dios, sino unos ejercicios músculo-respiratorios de relación absoluta de los sentidos hasta el anonadamiento. Anonadamiento que nada tiene que ver con la kénosis, de que la habla el Apóstol a los Filipenses.
No parecen tiempos gloriosos para la teología, ni, por ende, para la claridad del mensaje cristiano, como estamos viendo estos días ante un acontecimiento inmediato cuya debilidad doctrinal ha puesto los pelos de punta a más de un cardenal.

JMValderas
3 de octubre de 2019 a las 09:56

J es JM Valderas

Martín
24 de octubre de 2019 a las 16:55

Entiendo q lo q dice el autor es una realidad por si misma y no esta sujeta a discusión, porque la experiencia es subjetiva. El camino para sentir a Dios no tiene dueño o concesionario. Hay quien lo descubre y lo vive sin intelectualizarlo. No tiene nada q ver la Teología ni nada inventado por el hombre. Esto sólo puede ser una ayuda. Hay quien, por ejemplo, no lo busca y por razones ajenas a su voluntad se despoja y lo descubre en la creación... hay quien lo busca y en ese caso la ayuda q ofrecen las religiones, bien canalizada, puede ser la opción correcta... el cristianismo es un camino muy lindo para transitar y seguramente también el zen... me pareció excelente el artículo.

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