Jul
¡No puedo respirar!
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Este grito final del afroamericano George Floyd, torturado y asesinado por la fuerza pública, es todo un clamor de justicia universal frente a la sociedad. Es contra el racismo, la xenofobia, la opresión de una sociedad de masas, el olvido la dignidad de cada persona. Hay que arrodillarse y pedir humildemente que se ponga remedio a todos los que se sienten ahogados por la destrucción ecológica que vicia el aire que respiramos, ante el egoísmo de muchos que impide a muchedumbres llevar una vida digna, ante el abandono de personas mayores que sofoca sus últimos años, ante el menosprecio de quienes tienen que huir de los muchos males de su patria querida, ante la insensatez de exponer a nuestros semejantes a la contaminación del covid 19, ante cualquier discriminación de raza, color de piel o religión. ¡Tantos millones de seres que fallecen sin poder respirar!
¿Ante quién se arrodillan tantas personas? Creo que es una manera de buscar a Dios, pues muchos son ateos o agnósticos, pero buscan a alguien que es la justicia, al autor por igual de todos, la fuente de justicia, verdad y solidaridad entre los hombres. En una palabra, la explicación última de que todos somos iguales y formamos una familia de personas libres sólo puede ser Dios. Al arrodillarse como muchos hacen estamos reconociendo que todos formamos una familia, de que somos iguales y de que todos tenemos un mismo padre. A él lo invocan cuantos se arrodillan en cualquier sitio. Sí, arrodillarse es siempre una plegaria.