May
Patente de corso en la navegación por la vida
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Vivir de espaldas al mundo en que se vive no es terreno apto para toparse con Dios. No tener en cuenta a los demás en nuestro programa vital es renunciar a conocer a Dios, pues la imagen de Dios son las criaturas. Dios nos destinó desde toda la eternidad a convivir con nuestros ciudadanos. Los demás desarrollan su vida en paridad con la nuestra y a igual distancia de Dios. Todos iniciamos la vida a igual distancia de Dios.
A veces planificamos el futuro como si fuéramos los únicos habitantes de la tierra. Los espíritus orgullosos, engreídos y perdonavidas no son terreno abonado para buscar a Dios.
Obviar la humildad en nuestro programa vital es prescindir de todo lenguaje con lo divino. La humildad es el primer sentimiento que nos acerca a Dios pues es definición del encuentro con Dios. Sucede que quien se cree autosuficiente, el que presume de ser único y superior al resto, el que mira el mundo como terreno propio, quien se cree que todos existen para su servicio, ése no tiene condiciones idóneas para alcanzar a un ser superior que es dueño absoluto de nuestras vidas y al que hay que rendir cuentas de todas nuestras acciones. Es el único que por definición no tiene nadie mayor. Si pretendemos ser el principio del bien y del mal, ¿cómo vamos a admitir que hay alguien que está sobre nosotros y al que hay que rendir homenaje y reconocer su puesto único en nuestra existencia y principio absoluto del bien y del mal?
Los autores espirituales hablan con largueza del don de humildad como postura previa a todo acercamiento a Dios; hay que vaciar el saco para el sentimiento de dependencia del Creador ocupe su lugar. A Dios se va siempre con el corazón vacío y sin adornos superfluos para ser llenados; de María, la más cercana Dios, celebramos que “porque ha mirado la humildad de su esclava, en adelante me felicitarán todas las generaciones” (LC 1,48).
Creo en un concepto de Dios que está por encima de cualquier religión y es fuerza y amor infinito. Lo llames como lo llames y aunque no sepas articular un discurso coherente sobre él, es importante ser consciente de que hay algo más grande que nosotros y que lo que vemos con nuestros ojos no agota la realidad. Eso es vivir la vida con humildad y no andar por la vida con patente de corso.