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Ponerse al mundo por montera
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La búsqueda de Dios a veces nos obliga a romper totalmente con un pasado, en cualquier orden de cosas. En primer lugar, nos obliga a salir del estado de creerse el centro del mundo para pasar a reconocer que el mundo es obra de Dios y nosotros meros peones sin cualificación de la Providencia. Y nos obliga también en segundo lugar a romper con tantos intereses creados como hemos ido fabricando en nuestra vida y que condicionan nuestro futuro.
Hay que romper frontalmente con el pasado y hay que prescindir de todo compromiso con las cosas pasadas, como hace el torero que se pone el mundo por montera y sale a jugárselo todo, a por la faena de su vida.
Hay que sobreponerse al mundo de los prejuicios, de lo que se lleva, de lo progre, de lo que tiene chic, de lo friki, y asumir nuestra propia identidad serenamente y en libertad. Identidad humilde, de peones, sin sueños de quimeras sino contando con nuestras limitaciones e imperfecciones pero reconociendo el gran valor de lo pequeño, del detalle pletórico de sentido. Que para Dios todo lo grande de este mundo es una nimiedad y lo pequeño de este mundo es lo que cuenta.