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Blog Buscando a Dios

Antonio Osuna Fernández-Largo O.P.

de Antonio Osuna Fernández-Largo O.P.
Sobre el autor

19
Ago
2022

Roma no paga a traidores

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Continuamente traicionamos nuestros ideales, nuestros buenos deseos, las esperanzas que los demás depositan en nosotros. Y aunque el mal se presenta con frecuencia como un dulce caramelo, es una opción contraria a la naturaleza de lo humano y por eso no debiera extrañarnos que sea el mal que causamos lo que se revuelve contra nosotros. Lo que traicionamos se vuelve en testigos de cargo contra nuestra persona. ¿Cómo esperar bienes donde no se producen más que traiciones?  ¿Y complacencias donde reina el mal, el odio, la enemistad? La traición lleva siempre el gusano envenenado en sus entrañas.

Lo más vil es tratar de engañar a Dios, jugar con él como si se tratara de traicionar el amigo de siempre, burlar a quien solo tiene para nosotros amor y perdón. Todo ello es dejar caer en el vacío a quien es infinitamente misericordioso. Es querer malgastar y menospreciar una amistad incontrolable que se nos ofrece, es jugar con el infinito amor que se nos otorga. Dios no falla nunca ni menos traiciona. No hay mayor blasfemia que decir: Dios me ha fallado. El amor infinito no tiene cortapisas.

Buscar a Dios no es cualquier acción, no todo escarbar en basura conduce a Dios. También aquí hay un buscar acertado y apto y no un buscar que es más bien enfangarse en el mal. Con la traición nunca se llega a Dios. Uno es sencillo, leal, a las claras, sin duplicidades; lo otro es, al contrario, taimado, engañoso e interesado.

He leído que el programa papal enumera la versión actual de la caridad: acoger, proteger, promover e integrar. Nunca enmascarar, ocultar o tergiversar intencionadamente o abuso de la lealtad a personas o compromisos de fidelidad. La traición es siempre deleznable.

En las Lamentaciones sobre Jerusalén de Jesús está que las gentes de aquellos tiempos “se traicionarán unos a otros” (Mt 24,10). Se predice que en los últimos tiempos los hombres “serán traidores engreídos y amigos del placer más que de Dios” (2 Tim 3,4). Al contrario, la rectitud de corazón es manifestar los esclavos “total fidelidad”, aunque sean esclavos (Tit 2,10).

Aprendamos del menosprecio de los romanos a los traidores. Ante la imposibilidad de vencer al heroico Viriato que en el siglo II a.C. dominaba media península, el cónsul romano contrató a unos seguidores del lusitano para que lo asesinaran. Cuando éstos, tras ejercer su indigno oficio, fueron al cónsul a pedir la recompensa, se les rechazo diciendo: Roma no paga a los traidores.

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