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Salvados ¿de qué?
1 comentariosHemos oído muchas veces que nuestra salvación en Cristo es gratuita. Sí; no es una compra, ni una permuta, ni un premio honorífico. El creyente en Cristo se sabe santificado y salvado gratuitamente. Una decisión tomada por alguien que está sobre todos. Las obras buenas y el buen comportamiento no lo merecen estrictamente. Pura gratuidad. Hay que obrar el bien siempre, pero no creamos que eso merezca estrictamente la salvación. Es una decisión incomprensible para nosotros y que sólo la produce al amor de Dios. No se conquista ni se compra; se recibe y se agradece. No pretendamos saber el proceso del merecimiento. Existe por donación gratuita del que todo lo puede. Se otorga gratuitamente y los que la poseen son indefectiblemente buscadores de Dios el Salvador.
Pues somos salvados, estrictamente, ante todo de nuestra condición temporal. Es salvación primariamente de una muerte ciertísima. Pero ¿puede uno liberarse de la muerte? La vida eterna es el meollo de la fe, lo esperado contra toda esperanza y lo amado pero nunca ganado por nosotros mismos. Que me dispensen todos los platonismos y espiritismos, pero la transmigración no tiene ningún argumento válido a su favor. El meollo de la fe cristiana para mí (respetando las opiniones contrarias) es la donación gratuita para todos de una vida eterna.
Liberados también del mal físico y, sobre todo, moral. La existencia del mal humano es patente y, aunque algunos optimistas quieran prescindir de él, nos invade, sofoca y penetra en nuestras entrañas. Sí; existe el mal en los corazones humanos y, por muy optimistas que seamos, el mal prolifera a nuestro alrededor y en nosotros mismos. El mundo es una cárcel de odios, resentimientos, vejaciones, malas intenciones y corazones depravados: basta con abrir el periódico todos los días. Ni los mejores corazones han logrado acabar con el mal ni lo lograrán nunca, porque mientras exista la humanidad existirá la voluntad libre y eficaz para el bien, que es como Dios nos ha creado, pero también para el mal y de enormes proporciones por lo visto. Con la liberación del mal se incluye también la liberación de nuestra común limitación: el tiempo, la finitud, las limitaciones, lo procesual.
De esto sólo nos salva quien es dueño de nuestras vidas y de todos nuestros empeños que es Dios, dueño de la voluntad y creador de nuestra libertad, paso ineludible para el mal del mundo. Pues bien, es Dios mismo quien ha querido ofrecer el perdón total a nuestro mal y lo ha realizado en una obra incomprensible: el sacrificio de su Hijo. Prueba evidente que conoce la fe cristiana: hay perdón absoluto para la voluntad humana. Milagro que sucede a diario y del que somos inconscientes y poco agradecidos.
Buscar a Dios es buscar un salvador omnipotente y gratuito. El único que puede salvar. Buscar el perdón y la vida eterna es la búsqueda que se nos ofrece y está a nuestro alcance. La fe cristiana es anhelar una vida eterna y la liberación de las ruindades de nuestro ser. La esperanza cristiana es confianza en que la vida eterna está a nuestro alcance. Y la caridad es creer que existe una vida eterna amando a Dios. Buscar a Dios es buscar un Salvador, en una palabra.