Ene
¿Se oculta Dios?
0 comentariosCreemos que buscar el rostro de Dios es un entretenimiento o una libre tarea que nos trazamos a nosotros mismos, pero es un precepto divino grabado en el corazón de todo hombre. Lo indicó el Salmista: “dice de ti mi corazón: Buscad mi rostro” (Sal 27,8). Es un precepto divino que en las religiones ha tenido variada expresión: consulta a Dios en el santuario; buscarle donde pueda encontrarse; obrar pensando que está él delante; actuar como si te viera; concentrarse y percibir su voz… Pero el rostro de Dios es la figura de algo inimaginable, una figura totalmente distinta de los mil rostros que podamos ver, rostro tan singular que es inconfundible con los demás rostros. Ahí está lo singular de esta búsqueda, que no se termina en dar con una persona anteriormente conocida pues el ser de Dios no tiene figura humana. Buscarle no se acaba al dar con alguien que antes habíamos visto sino con alguien que nunca antes habíamos visto. Por eso el salmista reconoce su comportamiento: “Si, busco tu rostro” (v. 8), pero no lo encuentro como un rostro cualquiera. Y lo curioso de la súplica es: “No me ocultes tu rostro” (v. 9), acaba diciendo. A veces, Dios oculta su rostro, pero ¿por qué? ¿y a quiénes?