No creo que los fieles de los tiempos del Concilio de Nicea supieran mucha teología pues eran la mayoría analfabetos y no podían leer las Escrituras. Por eso no entendían la sutileza de las dos naturalezas en Cristo, lo de Cristo como Hijo unigénito de Dios, lo de un Dios asumiendo naturaleza formalmente idéntica la nuestra, si existe consubstancialidad trinitaria, si los homoousianos tenían razón o no…. Total: ante la imposibilidad de tomar parte en las interminables disputas teológicas de la doctores, el pueblo sencillo lo resumió diciendo que habían armado la de Dios es Cristo,
Pienso que también los fieles de hoy, a pesar de su excepcional preparación técnica y científica, no entienden la mayoría de las controversias entre doctores de nuestros días (el probabiliorismo, el principio de individuación, la gracia actual, la capacidad del alma separada del cuerpo, el matrimonio rato y consumado, las sutilezas del precepto del ayuno eclesiástico, diferencia entre iglesias católicas y otras iglesias cristianas, las sutilezas de la transubstanciación, capacidad intelectual de las almas separadas del cuerpo, diferencias entre el Jesús histórico y el Jesús de la fe, las clases y grupos de ángeles y menos el pecado de los ángeles) les suenan a música celestial o cuestiones bizantinas y lo expresa diciendo que para ellos también tenemos armada la de Dios es Cristo.
Y a los hechos me refiero: cuando se analizan los conocimientos que tiene el pueblo fiel de los grandes misterios de la fe todos quedan asombrados… ¿saben cuántos bautizados creen que hayamos sido creados para la eternidad?
Hago una llamada a todos porque la singularidad de las creencias dogmáticas y el derecho vigentes actualmente en la Iglesia, son tan diferentes y distanciadas por demás del derecho civil que tienen que ver y conocer en su vida ordinaria, sea lo menos distinto posible. Que la enseñanza de la fe catequética se centre en lo que es específico y central en la vida de la Iglesia y no lanzar sobre la cabeza de la gente escombros de unas tradiciones y modos de ser que ya nada tienen que ver con la cultura moderna. Que la fe también está inculturizada y no hay por qué ser respetuosos con tradiciones y formas de vida de esa fe que ya nada valen en la cultura moderna. Y el evangelio se retransmite en una longitud de honda fuera del dial de la comprensión asequible para oídos modernos.
Es lo que sucede también con institutos religiosos de vieja fundación y que tienen que ponerse al día en sus tradiciones y costumbres creados para situaciones de vida totalmente distintos de los actuales. El aggiornamento es exigencia ineludible de toda institución humana y de toda vida temporal y sometida al cambio y progreso cultural, como es la vida de la Iglesia.
Que si no el pueblo cristiano acabará diciéndonos que estamos armado la de Dios es Cristo. Distinguir la esencial de lo accidental y separar ambos campos es un modo inteligente de realizar nuestra fe y nuestra vida que son esencialmente históricas y siempre paralelas al mundo en que nos desarrollamos. Nunca he oído que el criterio de verdad teológica sea la repetición puntillosa de lo dicho por nuestros mayores, ni el criterio de verdad sea repetir mecánicamente las palabras de los antepasados como mantras repetitivos. Sepamos dar la razón de aquello que creemos y no contribuyamos a confundirlo todo como la de Dios es Cristo. Se cuenta que K. Barth preparaba la homilía leyendo la Sagrada Escritura y teniendo en la mano el periódico del día.
Porque sino estaremos poniendo piedras en el camino de la búsqueda de Dios. Hay que allanar, empedrar y asfaltar el camino que tienen que recorrer quienes buscan a Dios y no sembrarlo de tropiezos para que los sencillos no hagan traspiés en la ya penosa búsqueda de Dios. Hay que buscar al Dios eterno y Creador de toda la naturaleza y no toparse con un lenguaje y unas costumbres de otros tiempos; eso queda para los historiadores del pasado o los nostálgicos de lo periclitado.
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