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Mar2022Dios no habla en el desierto ni a escondidas
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Mar
Solemos pensar que a Dios se le escucha solo en el retiro monacal o al final de prolongados ejercicios espirituales. Dios está en todas partes y quien está en todas partes se manifiesta y habla en todas partes. La palabra divina resuena en cualquier rincón humanitario y en variedad de tonos, pero los únicos que la perciben son los de corazón recto y humildad y logran sintonizar con ella.
Esta es una de las grandes verdades de la fe cristiana: Dios habla a todos. Olvidémonos de señalar en el mapa los países católicos o las estadísticas de los bautizados como únicos voceros de la palabra de Dios. El camino hacia Dios se puede transitar en infinidad de derroteros, pues es una respuesta a un Dios que llama y cuyas voces suenan por doquier. Y olvidemos que hay un pueblo elegido, unos sacerdotes acaparadores de esa palabra, unas almas privilegiadas o un pasaporte de minorías. Lo dice la Escritura: “no hablé a escondidas ni en país tenebroso, no dije al linaje de Jacob: Buscadme en el vacío. Yo soy el Señor que dice lo que es justo y proclamo lo que es recto” (Is 45,19).
Por eso la única recomendación para todos es estar atentos a las llamadas de Dios. Cualquier persona humana y en cualquier situación que se encuentre. Solo hay dos elementos seguros: Dios habla a todos y cualquier persona puede escucharle en las situaciones más dispares. Y hay para ello un sacerdocio especial que puede ejercer cualquier persona: ayudar a percibir la llamada de Dios. Lo demás son excusas: que si el mal ejemplo de otros, que si hay presentaciones estereotipadas de lo divino, que si hemos divinizado un dios a nuestro gusto…
La enseñanza bíblica lo ha dejado claro: “No hay otro Dios fuera de mí. Dios justo y salvador no hay otro fuera de mí” (Is 45,21)