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Blog Buscando a Dios

Antonio Osuna Fernández-Largo O.P.

de Antonio Osuna Fernández-Largo O.P.
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5
May
2023
Las mujeres fueron mayoría en la primera procesión pero han sido prohibidas en otras procesiones
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Cuando Jesús recorre la primera y modélica procesión y muerte, allí se encontraban la Madre de Jesús, María Magdalena y Juan. Mayoría femenina pues los discípulos, varones todos ellos,  congregados por Jesús estaban escondidos e incluso le habían renegado. La fidelidad femenina es patente y notoria y quizá por eso se las premió con la primera  aparición del resucitado.

Pues bien, durante mucho tiempo en la Iglesia y aún en nuestros días las mujeres son excluidas de las procesiones y de la función de  costaleros tanto en estatutos como en órganos de gobierno. Es incomprensible esa tergiversación que hacemos  de la voluntad divina por la que vetamos a una parte de personas de la representación devota de los misterios de la muerte del Señor. No fue así originalmente y las mujeres estuvieron presentes y en primera fila en los acontecimientos de la pasión y muerte del Señor. Menos mal que hoy estamos superando este olvido y protagonismo de una parte de los cristianos en la representación de los misterios de salvación.  Olvido y descuido imperdonables que, afortunadamente, se está superando  y olvidando. Hoy ya hay cofradías en que la presidenta es una mujer, pero ha habido que esperar siglos por ello, para ver mujeres al frente de cofradías  o en los órganos de gobierno.

Es obligado reiterar machaconamente que en la búsqueda de Dios no hay distinción de sexos. A Dios le busca el ser humano y buscarlo no es una prerrogativa de determinado sexo pues Dios no se esconde en machismos o feminismos. Dios ha escogido el ser humano para derramar su bondad y no hace distinción de raza, sexo, edad o condición. Así fue con la condición primitiva de nuestros primeros padres y así es en la condición renovada de salvados por la gracia. Dios se esconde en la naturaleza humana por su encarnación, no en un grupito de selectos o de sexos prepotentes.

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27
Mar
2023
¿DAMOS A DIOS UN VOTO DE CONFIANZA?
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Dios nos pide a veces un voto de confianza tratándose de nuestro destino. Eso es tener fe, confiar en el futuro que nos tiene preparado Dios.  Esa confianza la hacemos a veces en las elecciones políticas o en las decisiones de grupo, pero nanai si se trata de creer en quien ciertamente no confiamos. Damos confianza a los políticos a quienes votamos, al amigo que nos pide dinero porque pasa una mala racha o a quien pretende que nos unamos a sus iniciativas por afecto sin ver con claridad el resultado.

¿Cuál es la proposición de Jesús a la que estamos invitados a dar confianza? Es una propuesta de humanidad nueva, por grandilocuente que esto suene, renacida y recreada.    Es propuesta de confianza: Jesús ofrece su evangelio  como oferta liberadora y amplificadora de horizontes humanos fraternales e igualitarios y solícitos por el bien ajeno. No es una partidocracia ni de grupos elegidos: todos podemos vivir como hermanos. Señala  una economía igualitaria y sencilla, de confianza y fraternidad, no de clases sociales ni de minorías selectas. No es una propuesta en el aire, sino enraizada en el vivir cotidiano de las personas, sea cual sea su condición física. Es la propuesta de relaciones de entrega que siempre se traduce en bien por los demás. Es el sueño de Dios sobre lo humano que ya estaba escrito en las páginas del Antiguo Testamento pero que se ha hecho realidad en la persona singular de Jesús. Es el sueño coincidente de pensadores y filántropos de todos los tiempos y orígenes. Pero que tiene algo singular: la salvación eterna y la dignificación humana ha tenido lugar en una persona: Jesús en quien la divinidad se ha hecho presente, de un modo inefable pero comprobable, de lo divino. No es Hijo por su diferencia de lo humano sino por su hondísima e inefable comunión con lo divino. Por ello aceptar su persona es aceptar el designio divino sobre la humanidad y la historia. En él se puede superar el descrédito que sufre lo religioso y el nombre mismo de Dios. Todo se reduce a confianza en alguien que ha hecho la indecible, hasta morir, por nosotros.

La fe es confianza en algo que nos sobrepasa. Es dejar que Dios haga lo que tiene designado sobre nosotros, que él nos conduzca por sendas desconocidas para nosotros a un terreno que él bien sabe lo que significa pero para nosotros es algo inédito. No saber y dejarse llevar por quien sabe; el grado de confianza es el grado de nuestra fe; cuanto más nos abandonemos en él, mayor será nuestra fe; cuanto más nos desprendamos de nuestro olfato y nos fiemos de quien nos lleva, tanta mayor será nuestra confianza. Por eso  la fe no es cosa de sabios ni prepotentes en el mundo sino de gente confiada y amante del que nos pide la fe.

Los buscadores de Dios deben ser humildes y confiados en los demás. Quien es o intenta ser autosuficiente en todo o quien dice que se las sabe todas se va cerrando la salida para  la fe que es siempre una confianza en alguien que nos lleva a donde no iríamos nunca por nosotros mismos. El creyente es siempre  un ser familiar con lo divino, pues creer en Dios es siempre ponerse en manos de Dios y no hay fe sin confianza en la persona en quien creemos. Creemos sólo en las personas, no en hados ni en constructos artificiales; solo ellas merecen que cerremos los ojos a todo lo visible. Quien tiene fe da a Dios un voto de confianza.

 

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2
Mar
2023
La salvación no es cosa de minorías selectas
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A veces se presenta la obra misionera de la Iglesia como el único camino para hacer llegar a la humanidad la salvación de Cristo. Sólo por la fe explícita en Cristo sería posible la salvación. Error grande contra el que ya tuvieron que luchar los teólogos de tiempos del descubrimiento de América al oponerse a la idea de que ignorar los caminos de la de cristiana significaba estar condenados para siempre los indios americanos. El mandato misionero no significa que los que no han recibido la verdad evangélica sean pasto de condenación eterna. Jesús afirmó que los no creyentes también poseían el reino de Dios. Dios se hace presente de otros medios. ¿Cuáles? Pues la rectitud del corazón  y el conocimiento del bien por la recta razón. Eso sí que es la obra de Dios y don concedido para todos los hombres. Nadie está autorizado a negar la salvación a una parte numerosísima de la humanidad: la de quienes no han conocido la fe explícita de Jesucristo tal como la transmite la Iglesia. Es más. Este es camino de salvación para la mayor parte de la humanidad: religiones no cristianas, hombres alejados de la predicación eclesial o a quienes no han oído hablar de Jesucristo de una manera idónea para poseer la fe explícita. Son la mayor parte de la humanidad.

Una cosa es el mandato misionero de la Iglesia y otra es la voluntad salvífica de Dios que es un misterio. Así es la doctrina de fe. Lo dice expresamente san Pablo VI: “La Iglesia respeta y estima estas religiones no cristianas, por ser la expresión viviente del alma de vastos grupos humanos. Llevan en sí mismas el eco de milenios a la búsqueda de Dios; búsqueda incompleta pero hecha frecuentemente con sinceridad y rectitud de corazón” (Exhortatio Evangelii nuntiandi, n. 53). Y “los hombres podrán salvarse por otros caminos, gracias a la misericordia de Dios, si nosotros no les anunciamos el Evangelio”  (n. 80). En efecto, cuando se gasta la vida en proseguir lo que es justo, en ayudar a los demás, en remediar su sufrimiento y en obrar conforme a lo que dice la recta razón o la moralidad racional de todo ser humano se está participando en la única salvación de Cristo. Sacar una familia adelante, trabajar toda la vida laboral en obtener un sustento, ayudar al que sufre o está necesitado y ser solidario con todas las desgracias humanas, es aceptar implícitamente la salvación de Jesús. Lo dice abiertamente el evangelio: “cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40).

Lo hemos repetido muchas veces: la rectitud de corazón conforme a la recta razón, remediar las necesidades de los demás y colaborar en arreglar los problemas de la humanidad aunque sea en una pequeña dosis, es salir al encuentro del Dios desconocido. La más pequeña bondad y el más pequeño gesto de solidaridad es rastrear las huellas del Dios de infinita bondad.

 

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18
Feb
2023
Vivir como cuando reinó Carolo
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En la religión hay muchas cosas caducas y adheridas en otros tiempo o culturas, en las que vigía la religión, pero que no tienen nada que ver con la naturaleza de la religión sino adhesiones y excrecencias de las que hay que liberarse como capas de la piel, digamos del tiempo o de la idiosincrasia de las personas que vivían esa fe pero que son caducas. La fe se recibe y se transmite siempre disuelta en una sopa de cultura. Y en la Iglesia hay costumbres, ritos, comportamientos y modos de vivir que son caducos, perecederos. Atarse a ellos como los pies al suelo es creencia pagana y fetichismo religioso o, cuando no, magia de encarnaciones perecederas.

En todo tiempo hay pequeñas cosas y costumbres que nos rodean, pero lo equivocado es dar a esas creencias un valor definitivo y fetichista; en una palabra, hacerlo algo religioso. Necesitamos respirar para vivir pero ese aire no siempre es puro y limpio. No es oro todo lo que reluce. Hay que saber cambiar el aire porque en él no está a quien buscamos. Dios nos busca pero se esconde con frecuencia  tras cosas caducas y perecederas. Si no sabemos prescindir de ellas nos ahogarán en su nimiedad y perderemos de vista lo que es esencial, que es conocer e intimar con quien nos ha dado la vida y salvación. Ahí está el meollo de lo religioso y la diana a que apunta la fe cristiana.

Adherirse a cosas perecederas y caducas es vivir fuera de contexto  en un mundo y una religión perecedera; es, como dice el dicho castellano “vivir como cuando reinó Carolo”….. el Emperador supongo que será.

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30
Ene
2023
Siempre hay situaciones peores por mala que sea la nuestra
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Acabo de leer un libro de Dominique Sigaud en que la periodista de la guerra entre Sudán del Norte y Sudán del Sur narra haber conocido una niña de 8 años en la más absoluta indigencia de atención, cuidado, medios vitales y educativos. Esta niña había perdido sus padres, sus hermanos habían sido asesinados, y había desaparecido toda la familia cercana. En un pueblo destruido y sin atención alguna hasta ser recogida en una organización benéfica religiosa.  De ahí el título de la obra: La maldición de ser niña. Una periodista interrogó a la niña para iniciar contacto preguntándole que si quería algún regalo y la niña desamparada y carente de todo  contestó: un lápiz y un cuaderno… Ese era el máximo don que podía anhelar. Ese era el sueño y anhelo de una niña carente de todo. Sería un regalo de  Reyes que a ningún niño de otros países se le habría ocurrido pedir.

Me produjo honda impresión la anécdota. Empecé a agradecer poder tener una habitación, unos libros que me ilustraran, una sociedad que remediaba mis males físicos  y un trabajo que me dignificara y unas personas que me educaron y se desvelaron por mí. Nunca había pensado en ello… porque eso era algo normal y creía que lo tenían todos. ¿Normal, es decir, todas las niñas y niños?

Una pizca de amor y consuelo en esos casos es ya un rayo de la divinidad que llega a nosotros a modo de cariño, atención y solicitud por los necesitados. Un lápiz y un cuaderno  pueden ser los instrumentos de manifestar a Dios presente  en cualquier necesidad humana y un encuentro con quien nos ha dado todo en la vida, empezando por la vida misma  y el amor que hay a nuestro alrededor.

Y me imaginé lo que esa niña querría garrapatearnos en su cuaderno con el tesoro de un lápiz: ¿Qué mundo es este al que me habéis traído? ¿Qué he hecho  yo para ser tratada tan injustamente? ¿No os dais cuenta de lo que estáis causando con vuestras guerras, vuestros odios, vuestra solicitud de ser más que los demás? ¿Y el afán de acaparar cosas y privar a los demás de lo imprescindible en la vida?

Ese posible desahogo de la niña ya sería una manera de buscar a Dios porque era cuestionar la justicia de todo lo que nos rodea y de la maldad humana. Buscar la justicia es buscar a Dios.

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