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Blog Buscando a Dios

Antonio Osuna Fernández-Largo O.P.

de Antonio Osuna Fernández-Largo O.P.
Sobre el autor

6
Jul
2023
Buscar a Dios con candil y en la selva
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Hace unos días nos enterábamos por los medios de comunicación de una noticia que nos dejaba intranquilos. Se estaba buscando la familia tripulante de un avión perdido en la selva amazónica. Se desplegaron los medios de que una nación dispone para encontrar los supervivientes.

Se notificaba la búsqueda de cuatro pequeños de la misma familia, entre trece años y 11 meses en la tupida selva colombiana, después de una larga travesía de 40 días en la selva entre Caquetá y Guviare, al sur de Colombia. Autoridades, ejército, indígenas y campesinos se lanzaron tras la pista de los pequeños, desafiando inclemencias climatológicas y rigurosas condiciones del ambiente en lo más intrincado de la selva. El obispo de Bogotá, Luis José Rueda, convocó una campaña de oraciones en su jurisdicción y habló de milagro tras el hallazgo. Sucedió que, al final, gracias a los esfuerzos de autoridades, indígenas y rastreadores se logró encontrar sanos pero en condiciones precarias a los niños que viajaban en la avioneta. Esta había sufrido un accidente en el municipio de Solano en el que perdieron la vida la madre, el piloto y otro pasajero del avión; sobrevivieron solo y en qué precarias condiciones los cuatro menores de edad. No se conocía una búsqueda tan dificultosa ni tan desesperanzadora como ésta. Sólo la fe y el amor a los niños sostuvieron la anhelante búsqueda. La alegría del hallazgo cundió por todas partes.

A veces la búsqueda de Dios es tan acuciante y con poca garantía como fue la de esos niños. Allí lo pudo todo la fe, confianza y amor a unos seres indefensos y en condiciones precarias. Dios no dejará de salir al paso cuando se le busca así.  ¿Qué digo? La misma búsqueda de criaturas indefensas fue una búsqueda monda y lironda de Dios oculto en esas criaturas. Y a buen seguro que, sin conocerlo, hay muchas personas rezando para que tenga lugar el encuentro ansiado.

El hallazgo de los niños me sirve de parábola de la búsqueda de Dios en nuestras vidas que es tan angustiosa y llena de incertidumbres como lo fue la de aquellos niños por parte de las autoridades de Colombia. Fe y amor al prójimo son el único bagaje con que contamos para ayudarle. Pero la lucha y preocupación que embarga el espíritu  son ya un signo de nuestra buena voluntad. A Dios se le encuentra y topamos con él cuando hay recta conciencia y deseo de servir al Señor y a todo hermano que le figura. Puede ser que los periódicos y medios de comunicación no presenten resultados mencionables, pero el espíritu encuentra siempre quietud y reconocimiento de que hay un ser supremo a quien debemos reverencia y obtención de fraternidad y respeto por la persona. No serán vanas nuestras búsquedas sino que siempre se verán colmadas con el encuentro de quien es superior a nosotros y quien nos da garantía de vivir una vida con sentido. Toda búsqueda de Dios dignifica la persona y la hace merecedora de gracia.

Ocurre, además, que la búsqueda de Dios es con frecuencia en condiciones desesperadas pero el éxito del buscar colma las esperanzas y llena de satisfacción nuestros trabajos. La alegría del hallazgo de los niños nos hace rememorar el encuentro con Dios en esta vida que es también un encuentro con una persona siempre soñada.

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15
Jun
2023
Mirar atrás: tortícolis permanente de los nostálgicos
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Hay un recurso mental singular que es el eterno suspiro por todo lo pasado: formas, estilos de vida, proyectos y comportamientos. El pasado es modélico y hay que recuperarlo como guía seguro, sea como sea. Todo fue color de rosa y, en cambio, todo está degenerando con el tiempo.

Es una postura mental limitada y empobrecida. Cuando las cosas se alteran lo que hace falta es imaginación y encontrar nuevas soluciones. Suspirar por lo antiguo es empobrecerse y limitar los horizontes. Problemas nuevos exigen soluciones nuevas. La búsqueda de Dios no es cosa del pasado sino del momento y del futuro. A Dios no se le recuerda con nostalgia sino que se le anhela y se le busca en el futuro.

Y esto mismo sucede en lo religioso. El mandato misionero de la Iglesia solo se cumple en un mundo nuevo y alterado, guste o no guste, pero es donde hay que recoger la cosecha. No valen las soluciones dadas para otro mundo y para otras culturas. Reaccionar contra todo lo moderno impulsado por las vivencias de la religión  es la actitud del indietrismo (Es el papa Francisco quien ha usado este neologismo para expresar la nostalgia del pasado). Las sugerencias del Espíritu son del presente y del futuro pero no de lo pasado pues esto no se vive en la memoria sino en el corazón, afectan a la vida y al sentimiento, no a la memoria. Por ello no es razonable poner el futuro de nuestras encuentros vitales en un pasado del que solo queda memoria y ésta no siempre segura. Por eso la búsqueda de Dios tiene siempre algo de vivencia de lo que está por llegar, no de una experiencia del pasado o un recuerdo de la memoria.

No debemos suspirar por el pasado sino ir al encuentro del Espíritu que nos salga a recibir y nos dé nuevas experiencias. Volver al pasado nos puede fijar en algo ya fosilizado mientras que si hablamos de buscar a Dios nos habla de experiencias por vivir y creadoras. El pasado ya está fijo para siempre  y la búsqueda de Dios está por venir y construirse para nosotros y los que nos digan. Volver al pasado es convertirse en estatua de sal como sucedió a la esposa de Lot, mientras que la acción del Espíritu otorgándonos el encuentro sustancioso con Dios: “El Espíritu que el Padre enviará en mi nombre os lo enseñará todo”  (Ju 14,26). No suspirar por lo antiguo sino abrirse a un futuro esperanzado y renovador, no soñar con glorias pasadas sino con tareas futuras. No funciona intentar responder a preguntas que el otro se plateó en el pasado pero que a nadie interesan más, mientras que surgirán nuevas preguntas que debemos abordar y las plantea nuestra cultura de hoy.

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2
Jun
2023
Apartarse de la vida, pero ¿de Dios?
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Hemos leído que en el año 2021 se produjeron en España 16.831 fallecimientos por causas distintas a la enfermedad y de ellos 4.003 fallecimientos correspondían a casos de suicidio. El año siguiente esa cifra se incrementó en un 1,6% y sitúa esta mortalidad como principal causa de muerte externa en nuestro país. El número de suicidios en España ha alcanzado ya la cifra de 4.003 fallecimientos. Y asombra, sobre todo, el aumento de muertes por suicidio en niños de 10 a 14 años, registrándose un total de 22 casos, lo que supone la cifra más elevada en la última década. El suicidio de menores se ha multiplicado por 26; solo en Cataluña se conoce  que han tenido pensamientos suicidas el 43% de los escolares entre 10 a 18 años de edad. Un dato alarmante es el aumento detectado en el número de suicidios en España, alcanzando ya la cifra de 4.003 fallecimientos. Por grupo de edad, llama la atención el aumento de muertes por suicidio en niños/as de 10 a 14 años, registrándose 22 casos, lo que supone la cifra más elevada tanto en relación con el año anterior como en la última década (13 en 2020 y 2 en 2011).

Paralelamente vemos que en la vida política española ha entrado como de callado la aprobación por el Congreso del Proyecto de Ley de Eutanasia sin apenas obtener eco en los medios, como si fuera un hecho sin  interés para la ciudadanía. Como si la mayoría pensara: eso no va conmigo. Y sin embargo a todos nos va algo vital en ello. Tenemos cifras que son escalofriantes.

Por lo general, se trata de un trastorno que invalida la toma de decisiones voluntarias  y personales, cerrando su campo de conciencia a la percepción moral de lo bueno o malo o de males que hacen sufrir de forma intensa, hasta el punto de obnubilar  la mente y ser presa de sentimientos fuertes y negativos, de modo que no se puede controlar la libertad y, por presentarse de manera inadvertida, son difíciles de evitar. Necesitamos del apoyo de algo cercano e íntimo, lo cual no se encuentra con frecuencia.

Los cristianos advertimos que estamos en medio de un mundo en que la depresión y la ansiedad irreprimible, entre otras enfermedades, logran atrapar en un infierno interior y sin salida a algunas personas. Se apodera de ellas una angustia insuperable e invencible.

No creo que siga siendo válida la respuesta  de las leyes antiguas: prohibir el entierro de los suicidas en cementerios católicos  o negar oficios públicos de la comunidad por los suidas. No intentemos legislar sobre la misericordia divina. Ésta es infinita pero la angustia y congoja de las personas es, a veces, irreprimible y avasalladora para un sujeto determinado.

Hace tiempo el Papa Francisco dijo en una visita a propósito de los suicidas: “El suicidio es cerrar la puerta a la salvación, pero soy consciente de que en los suicidios no hay plena libertad. Me ayuda lo que el cura de Ars dijo a una viuda cuyo marido se había suicidado lanzándose del puente al río. Le dijo: `Señora entre el puente y el río hay lugar para la misericordia de Dios`. Creo, en verdad, que la libertad del suicida no es plena y la congoja de su libertad insuperable”.

Los instantes de la misericordia divina son innumerables y Dios usa esos instantes para buscarnos, aunque nosotros nos los sepamos narrar. No lo olvidemos en los momentos de mayor congoja: entre el puente y el río cabe la misericordia de Dios aunque seamos incapaces de explicarlo. No lo olvidemos: la misericordia de Dios nos busca también entre el puente y el rio.

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22
May
2023
Dios nos busca hasta cuando hemos tocado fondo
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Leía hace unos días una sabia reflexión del Papa: “Cuando nos confesamos, nos ponemos en el fondo, como el publicano, para reconocer también nosotros la distancia que nos separa entre lo que Dios ha soñado para nuestra vida y lo que realmente somos cada día. Y, en ese momento, el Señor se acerca, acorta las distancias y vuelve a levantarnos; en ese momento, mientras nos reconocemos desnudos, Él nos viste con el traje de fiesta”. 

Esto es, y debe ser, el sacramento de la reconciliación: un encuentro festivo, que sana el corazón y deja paz interior; “no un tribunal humano al que tenemos miedo, sino un abrazo divino con el que somos consolados”, reivindicó el Papa.

Dios nos busca en lo oscuro de nuestras profundidades, en la caverna de  nuestras malicias y en el sinsentido de nuestros idealismos, allí donde no nos entendemos ni a nosotros mismos, pues allí baja la luz divina para alumbrar, aunque sea tenuemente, nuestras confusiones y nuestras sinrazones. La luz de Dios irradia esas cavernas de donde no somos capaces de salir. Nos espera en el fondo, porque no tiene miedo de descender hasta los abismos que nos habitan, de tocar las heridas de nuestra carne, de acoger nuestra pobreza, los fracasos de la vida, los errores que cometemos por debilidad o negligencia. Dios nos espera allí, nos espera especialmente en el sacramento de la confesión.

A Dios lo encontramos no solo en los sagrarios humildes de las iglesias sino también en las oscuridades de nuestra psicología, en los abatimientos del alma y en las situaciones sin salida. Allí se le puede encontrar como se encuentra la misericordia en situaciones difíciles o la comprensión  en lo más incomprensible. Lo dificultoso, lo incomprensible y lo arduo son también terrenos abonados para quien es misericordioso  y no se asusta de nuestras bajezas. Hasta tal punto llega el Dios misericordioso que nos busca donde nos parece estar sin salida.

Allí donde no buscamos nada porque carecemos del menor destello de luz, allí hay una luz que nos sale al paso. Allí donde hemos dejado de rastrear lo divino, es la luz divina la que enciende una pequeña luz y nos dice: sal de aquí, pues ahí nunca encontrarás la salvación. Así de condescendiente es la búsqueda de Dios.

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5
May
2023
Las mujeres fueron mayoría en la primera procesión pero han sido prohibidas en otras procesiones
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Cuando Jesús recorre la primera y modélica procesión y muerte, allí se encontraban la Madre de Jesús, María Magdalena y Juan. Mayoría femenina pues los discípulos, varones todos ellos,  congregados por Jesús estaban escondidos e incluso le habían renegado. La fidelidad femenina es patente y notoria y quizá por eso se las premió con la primera  aparición del resucitado.

Pues bien, durante mucho tiempo en la Iglesia y aún en nuestros días las mujeres son excluidas de las procesiones y de la función de  costaleros tanto en estatutos como en órganos de gobierno. Es incomprensible esa tergiversación que hacemos  de la voluntad divina por la que vetamos a una parte de personas de la representación devota de los misterios de la muerte del Señor. No fue así originalmente y las mujeres estuvieron presentes y en primera fila en los acontecimientos de la pasión y muerte del Señor. Menos mal que hoy estamos superando este olvido y protagonismo de una parte de los cristianos en la representación de los misterios de salvación.  Olvido y descuido imperdonables que, afortunadamente, se está superando  y olvidando. Hoy ya hay cofradías en que la presidenta es una mujer, pero ha habido que esperar siglos por ello, para ver mujeres al frente de cofradías  o en los órganos de gobierno.

Es obligado reiterar machaconamente que en la búsqueda de Dios no hay distinción de sexos. A Dios le busca el ser humano y buscarlo no es una prerrogativa de determinado sexo pues Dios no se esconde en machismos o feminismos. Dios ha escogido el ser humano para derramar su bondad y no hace distinción de raza, sexo, edad o condición. Así fue con la condición primitiva de nuestros primeros padres y así es en la condición renovada de salvados por la gracia. Dios se esconde en la naturaleza humana por su encarnación, no en un grupito de selectos o de sexos prepotentes.

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27
Mar
2023
¿DAMOS A DIOS UN VOTO DE CONFIANZA?
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Dios nos pide a veces un voto de confianza tratándose de nuestro destino. Eso es tener fe, confiar en el futuro que nos tiene preparado Dios.  Esa confianza la hacemos a veces en las elecciones políticas o en las decisiones de grupo, pero nanai si se trata de creer en quien ciertamente no confiamos. Damos confianza a los políticos a quienes votamos, al amigo que nos pide dinero porque pasa una mala racha o a quien pretende que nos unamos a sus iniciativas por afecto sin ver con claridad el resultado.

¿Cuál es la proposición de Jesús a la que estamos invitados a dar confianza? Es una propuesta de humanidad nueva, por grandilocuente que esto suene, renacida y recreada.    Es propuesta de confianza: Jesús ofrece su evangelio  como oferta liberadora y amplificadora de horizontes humanos fraternales e igualitarios y solícitos por el bien ajeno. No es una partidocracia ni de grupos elegidos: todos podemos vivir como hermanos. Señala  una economía igualitaria y sencilla, de confianza y fraternidad, no de clases sociales ni de minorías selectas. No es una propuesta en el aire, sino enraizada en el vivir cotidiano de las personas, sea cual sea su condición física. Es la propuesta de relaciones de entrega que siempre se traduce en bien por los demás. Es el sueño de Dios sobre lo humano que ya estaba escrito en las páginas del Antiguo Testamento pero que se ha hecho realidad en la persona singular de Jesús. Es el sueño coincidente de pensadores y filántropos de todos los tiempos y orígenes. Pero que tiene algo singular: la salvación eterna y la dignificación humana ha tenido lugar en una persona: Jesús en quien la divinidad se ha hecho presente, de un modo inefable pero comprobable, de lo divino. No es Hijo por su diferencia de lo humano sino por su hondísima e inefable comunión con lo divino. Por ello aceptar su persona es aceptar el designio divino sobre la humanidad y la historia. En él se puede superar el descrédito que sufre lo religioso y el nombre mismo de Dios. Todo se reduce a confianza en alguien que ha hecho la indecible, hasta morir, por nosotros.

La fe es confianza en algo que nos sobrepasa. Es dejar que Dios haga lo que tiene designado sobre nosotros, que él nos conduzca por sendas desconocidas para nosotros a un terreno que él bien sabe lo que significa pero para nosotros es algo inédito. No saber y dejarse llevar por quien sabe; el grado de confianza es el grado de nuestra fe; cuanto más nos abandonemos en él, mayor será nuestra fe; cuanto más nos desprendamos de nuestro olfato y nos fiemos de quien nos lleva, tanta mayor será nuestra confianza. Por eso  la fe no es cosa de sabios ni prepotentes en el mundo sino de gente confiada y amante del que nos pide la fe.

Los buscadores de Dios deben ser humildes y confiados en los demás. Quien es o intenta ser autosuficiente en todo o quien dice que se las sabe todas se va cerrando la salida para  la fe que es siempre una confianza en alguien que nos lleva a donde no iríamos nunca por nosotros mismos. El creyente es siempre  un ser familiar con lo divino, pues creer en Dios es siempre ponerse en manos de Dios y no hay fe sin confianza en la persona en quien creemos. Creemos sólo en las personas, no en hados ni en constructos artificiales; solo ellas merecen que cerremos los ojos a todo lo visible. Quien tiene fe da a Dios un voto de confianza.

 

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2
Mar
2023
La salvación no es cosa de minorías selectas
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A veces se presenta la obra misionera de la Iglesia como el único camino para hacer llegar a la humanidad la salvación de Cristo. Sólo por la fe explícita en Cristo sería posible la salvación. Error grande contra el que ya tuvieron que luchar los teólogos de tiempos del descubrimiento de América al oponerse a la idea de que ignorar los caminos de la de cristiana significaba estar condenados para siempre los indios americanos. El mandato misionero no significa que los que no han recibido la verdad evangélica sean pasto de condenación eterna. Jesús afirmó que los no creyentes también poseían el reino de Dios. Dios se hace presente de otros medios. ¿Cuáles? Pues la rectitud del corazón  y el conocimiento del bien por la recta razón. Eso sí que es la obra de Dios y don concedido para todos los hombres. Nadie está autorizado a negar la salvación a una parte numerosísima de la humanidad: la de quienes no han conocido la fe explícita de Jesucristo tal como la transmite la Iglesia. Es más. Este es camino de salvación para la mayor parte de la humanidad: religiones no cristianas, hombres alejados de la predicación eclesial o a quienes no han oído hablar de Jesucristo de una manera idónea para poseer la fe explícita. Son la mayor parte de la humanidad.

Una cosa es el mandato misionero de la Iglesia y otra es la voluntad salvífica de Dios que es un misterio. Así es la doctrina de fe. Lo dice expresamente san Pablo VI: “La Iglesia respeta y estima estas religiones no cristianas, por ser la expresión viviente del alma de vastos grupos humanos. Llevan en sí mismas el eco de milenios a la búsqueda de Dios; búsqueda incompleta pero hecha frecuentemente con sinceridad y rectitud de corazón” (Exhortatio Evangelii nuntiandi, n. 53). Y “los hombres podrán salvarse por otros caminos, gracias a la misericordia de Dios, si nosotros no les anunciamos el Evangelio”  (n. 80). En efecto, cuando se gasta la vida en proseguir lo que es justo, en ayudar a los demás, en remediar su sufrimiento y en obrar conforme a lo que dice la recta razón o la moralidad racional de todo ser humano se está participando en la única salvación de Cristo. Sacar una familia adelante, trabajar toda la vida laboral en obtener un sustento, ayudar al que sufre o está necesitado y ser solidario con todas las desgracias humanas, es aceptar implícitamente la salvación de Jesús. Lo dice abiertamente el evangelio: “cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40).

Lo hemos repetido muchas veces: la rectitud de corazón conforme a la recta razón, remediar las necesidades de los demás y colaborar en arreglar los problemas de la humanidad aunque sea en una pequeña dosis, es salir al encuentro del Dios desconocido. La más pequeña bondad y el más pequeño gesto de solidaridad es rastrear las huellas del Dios de infinita bondad.

 

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18
Feb
2023
Vivir como cuando reinó Carolo
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En la religión hay muchas cosas caducas y adheridas en otros tiempo o culturas, en las que vigía la religión, pero que no tienen nada que ver con la naturaleza de la religión sino adhesiones y excrecencias de las que hay que liberarse como capas de la piel, digamos del tiempo o de la idiosincrasia de las personas que vivían esa fe pero que son caducas. La fe se recibe y se transmite siempre disuelta en una sopa de cultura. Y en la Iglesia hay costumbres, ritos, comportamientos y modos de vivir que son caducos, perecederos. Atarse a ellos como los pies al suelo es creencia pagana y fetichismo religioso o, cuando no, magia de encarnaciones perecederas.

En todo tiempo hay pequeñas cosas y costumbres que nos rodean, pero lo equivocado es dar a esas creencias un valor definitivo y fetichista; en una palabra, hacerlo algo religioso. Necesitamos respirar para vivir pero ese aire no siempre es puro y limpio. No es oro todo lo que reluce. Hay que saber cambiar el aire porque en él no está a quien buscamos. Dios nos busca pero se esconde con frecuencia  tras cosas caducas y perecederas. Si no sabemos prescindir de ellas nos ahogarán en su nimiedad y perderemos de vista lo que es esencial, que es conocer e intimar con quien nos ha dado la vida y salvación. Ahí está el meollo de lo religioso y la diana a que apunta la fe cristiana.

Adherirse a cosas perecederas y caducas es vivir fuera de contexto  en un mundo y una religión perecedera; es, como dice el dicho castellano “vivir como cuando reinó Carolo”….. el Emperador supongo que será.

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30
Ene
2023
Siempre hay situaciones peores por mala que sea la nuestra
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Acabo de leer un libro de Dominique Sigaud en que la periodista de la guerra entre Sudán del Norte y Sudán del Sur narra haber conocido una niña de 8 años en la más absoluta indigencia de atención, cuidado, medios vitales y educativos. Esta niña había perdido sus padres, sus hermanos habían sido asesinados, y había desaparecido toda la familia cercana. En un pueblo destruido y sin atención alguna hasta ser recogida en una organización benéfica religiosa.  De ahí el título de la obra: La maldición de ser niña. Una periodista interrogó a la niña para iniciar contacto preguntándole que si quería algún regalo y la niña desamparada y carente de todo  contestó: un lápiz y un cuaderno… Ese era el máximo don que podía anhelar. Ese era el sueño y anhelo de una niña carente de todo. Sería un regalo de  Reyes que a ningún niño de otros países se le habría ocurrido pedir.

Me produjo honda impresión la anécdota. Empecé a agradecer poder tener una habitación, unos libros que me ilustraran, una sociedad que remediaba mis males físicos  y un trabajo que me dignificara y unas personas que me educaron y se desvelaron por mí. Nunca había pensado en ello… porque eso era algo normal y creía que lo tenían todos. ¿Normal, es decir, todas las niñas y niños?

Una pizca de amor y consuelo en esos casos es ya un rayo de la divinidad que llega a nosotros a modo de cariño, atención y solicitud por los necesitados. Un lápiz y un cuaderno  pueden ser los instrumentos de manifestar a Dios presente  en cualquier necesidad humana y un encuentro con quien nos ha dado todo en la vida, empezando por la vida misma  y el amor que hay a nuestro alrededor.

Y me imaginé lo que esa niña querría garrapatearnos en su cuaderno con el tesoro de un lápiz: ¿Qué mundo es este al que me habéis traído? ¿Qué he hecho  yo para ser tratada tan injustamente? ¿No os dais cuenta de lo que estáis causando con vuestras guerras, vuestros odios, vuestra solicitud de ser más que los demás? ¿Y el afán de acaparar cosas y privar a los demás de lo imprescindible en la vida?

Ese posible desahogo de la niña ya sería una manera de buscar a Dios porque era cuestionar la justicia de todo lo que nos rodea y de la maldad humana. Buscar la justicia es buscar a Dios.

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10
Dic
2022
Un Dios que juega al escondite y se oculta en la ordinariez de nuestra vida
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No hay un sitio ni situación humana en que sea indefectible encontrar a Dios. Cada persona tiene su historia religiosa y sus encuentros con Dios: no hay recetas para el común. La autobiografía que cada ser escribe de sus encuentros con Dios es distinta, tan distinta o más como es la idiosincrasia de sus gustos y fracasos de la vida. Pero es cierto que es variadísima su historia como es  diferente el elenco de sus gustos, pasiones, amistades y el conjunto de opciones e intereses morales y dando razón a todos ellos sus encuentros con Dios. Por eso no hay un manual al uso para describir las experiencias, fracasos, equivocaciones y aprendizajes de los sentimientos religiosos. Pues bien, tras ellos, está siempre Dios buscando nuestra singularidad y nuestros sentimientos personales de lo divino viéndoles y insinuándose suavemente. La experiencia religiosa no tiene nada de estereotipado, no hay una biografía religiosa para uso de todos. Dios nos conoce a cada uno en singular y su afecto por nosotros es también singular y diferente en cada de nosotros.

Esta historia diferente es tan real como es la historia de los seres humanos. Ya el profeta Isaías era consciente de ello  y se sinceraba con Dios: “Verdaderamente: Tú eres un Dios escondido, el Dios de Israel, el Salvador” (Is 45,15).

 Tengamos esto en cuenta en nuestra búsqueda de Dios y no anhelemos encontrar a Dios en nuestra vida en casos extraordinarios o de casos excepcionales y no en un compromiso abierto a todo el mundo ni hay un recetario del encuentro con Dios. Para él no existe el común de los mortales o el individuo genérico sino que él nos llama a cada uno por nuestro nombre y tiene un proyecto individualizado y configurado en cada uno; hay tantas historias como seres vivientes. Para Dios no existe el individuo genérico ni el anónimo y menos el despreciable sino que él nos llama individualmente y nos traza un género de encuentro que está diversificado  y es original.

La primera reflexión de este Adviento del papa Francisco ha sido durante el rezo del ángelus de la semana pasada. El pontífice presidió la oración mariana desde la ventana del Palacio Apostólico y dirigió su mensaje al inicio del nuevo año litúrgico a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro. El mensaje del Papa al comienzo de este Adviento fue: “Dios se esconde en las situaciones más comunes y corrientes de nuestra vida”. Palabras acertadas y verídicas.

Ese Dios es el que queremos encontrar en este Adviento: el que se permanece escondido en cada uno de nosotros.

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