Logo dominicosdominicos

Blog Buscando a Dios

Antonio Osuna Fernández-Largo O.P.

de Antonio Osuna Fernández-Largo O.P.
Sobre el autor

11
Nov
2022
Salvados ¿de qué?
1 comentarios

Hemos oído muchas veces que nuestra salvación en Cristo es gratuita. Sí; no es una compra, ni una permuta, ni un premio honorífico. El creyente en Cristo se sabe santificado y salvado gratuitamente. Una decisión tomada por alguien que está sobre todos. Las obras buenas y el buen comportamiento no lo merecen estrictamente. Pura gratuidad. Hay que obrar el bien siempre, pero no creamos que eso merezca estrictamente la salvación. Es una decisión incomprensible para nosotros y que sólo la produce al amor de Dios. No se conquista ni se compra; se recibe y se agradece. No pretendamos saber el proceso del merecimiento. Existe por donación gratuita del que todo lo puede. Se otorga gratuitamente y los que la poseen son indefectiblemente buscadores de Dios el Salvador.

Pues somos salvados, estrictamente, ante todo de nuestra condición temporal. Es salvación primariamente de una muerte ciertísima. Pero ¿puede uno liberarse de la muerte? La vida eterna es el meollo de la fe, lo esperado contra toda esperanza y lo amado pero nunca ganado por nosotros mismos. Que me dispensen todos los platonismos y espiritismos, pero la transmigración no tiene ningún argumento válido a su favor.  El meollo de la fe cristiana para mí (respetando las opiniones contrarias) es la donación gratuita para todos de una vida eterna.

Liberados también del mal físico y, sobre todo, moral. La existencia del mal humano es patente y, aunque algunos optimistas quieran prescindir de él, nos invade, sofoca  y penetra en nuestras entrañas. Sí; existe el mal en los corazones humanos y, por muy optimistas que seamos, el mal prolifera a nuestro alrededor y en nosotros mismos. El mundo es una cárcel de odios, resentimientos, vejaciones, malas intenciones y corazones depravados: basta con abrir el periódico todos los días. Ni los mejores corazones han logrado acabar con el mal ni lo lograrán nunca, porque mientras exista la humanidad existirá la voluntad libre y eficaz para el bien, que es como Dios nos ha creado,  pero también  para el mal y de enormes proporciones por lo visto. Con la liberación del mal se incluye también la liberación de nuestra común limitación: el tiempo, la finitud, las limitaciones, lo procesual.

De esto sólo nos salva quien es dueño de nuestras vidas y de todos nuestros empeños que es Dios, dueño de la voluntad  y creador de nuestra libertad, paso ineludible para el mal del mundo. Pues bien, es Dios mismo quien ha querido ofrecer el perdón total a nuestro mal y lo ha realizado en una obra incomprensible: el sacrificio de su Hijo. Prueba evidente que conoce la fe cristiana: hay perdón absoluto para la voluntad humana. Milagro que sucede a diario y del que somos inconscientes y poco agradecidos.

Buscar a Dios es buscar  un salvador omnipotente y gratuito. El único que puede salvar. Buscar el perdón y la vida eterna es la búsqueda que se nos ofrece y está a nuestro alcance. La fe cristiana es anhelar una vida eterna y la liberación de las ruindades de nuestro ser. La esperanza cristiana es confianza en que la vida eterna está a nuestro alcance. Y la caridad es creer que existe una vida eterna amando a Dios. Buscar a Dios es buscar un Salvador, en una palabra.

Ir al artículo

8
Oct
2022
Estar de vuelta a la fe
1 comentarios

«Volver a la fe» es el título de un sucinto reportaje que he visto sobre un cura de La Coruña que ha creado un entorno en una pequeña finca donde cualquier persona que busca a Dios es bienvenida. Un espacio para la reflexión, para la oración, para una buena conversación con gente amiga en compañía de una comida al calor de una hoguera… La buena acogida de esta iniciativa es un indicador de una demanda latente en la sociedad, donde muchas más personas de las que uno pueda imaginar buscan a tientas, y, si no dan el paso de «volver a la fe», es tal vez por el mal ejemplo y la incoherencia de algún creyente, o simplemente por falta de espacios y ocasiones en los que dar rienda suelta a esas inquietudes habitualmente reprimidas en una sociedad donde lo religioso suele ser visto con desdén, pues no altera  los índices de la Bolsa ni recibe premios en las competiciones y en los certámenes.

En el corazón de todo ser humano hay un deseo de bien, justicia, equidad, libertad y amor. Deseo que se transforma muchas veces en un ansia a duras penas reprimido. ¿Quién no quiere vivir en seguridad y paz? ¿Quién no busca el fundamento de su propia vida? ¿La razón de su existencia y el término a que camina ineluctablemente?

Pero vivimos instalados en la mentira o la hipocresía y buscando a quién someter a nuestro deseos y contaminarle de nuestras concupiscencias o exprimirle hasta chorrear en sus haberes.

Podríamos decir que hay tantos caminos para toparse con el rostro de Dios como singularidades humanas hay. Estaríamos escribiendo autobiografías espirituales hasta el infinito. Pero todas con un final feliz: encontrar el destino personal, el que Dios quiere en nosotros y que una gran parte de la humanidad desconoce. Dios nos ha hecho distintos, pero a todos nos ama y busca también de modo distinto. Así es la realidad humana. Que si quieres, no tiene vuelta de hoja. 

Ir al artículo

22
Sep
2022
Habló Blas, punto redondo
2 comentarios

Hay quienes han usurpado la última palabra en todo. Y, en verdad, no tienen ningún título académico para ello.

Asombra, en efecto, oír que el tema de Dios es de otros tiempos. O que hay cosas más importantes en la vida. O que vivimos en una sociedad postreligiosa; vamos, laicismo puro y duro. O decir que el tema religioso es incognoscible o de poco cuidado para el común de las gentes. Así hay muchos sedicentes agnósticos.

Pero no se trata de estar al día  o de dar con un tema de novedad que aumente el número de seguidores en la red. Es otra cosa. Es bucear en la condición de lo humano y buscar  lo genuino, lo auténtico, lo humano de la condición del vivir; lo que nos caracteriza y singulariza frente a todos. Es buscar la razón del ser y existir y rastrear si no hay alguien que nos lo haya anunciado. Eso es justamente buscar a Dios, que es buscar lo más genuino de la vida: la razón de ser de nuestra temporalidad, el porqué hemos venido a la existencia, la opción más libre que tomamos y nos diferencia de los demás.

La meta es la misma para todos, pero el viaje pasa por una infinitud de situaciones. Y todos tenemos una guía en situaciones totalmente distintas: es la razón humana y moral discurriendo sobre el tiempo, el comportamiento social, el quehacer ético en este mundo y el término de toda vida que es la muerte. Buscar a Dios y la solución que tengamos después de buscarle es algo personal e intransferible. Sí, es cosa de todos, pero mía sobre todo y ante todo. Es nuestra primera distinción y la más profunda de los demás y nadie nos la puede arrebatar.  Va en ello nuestra singular grandeza y diferencia de los demás.

No cabe, pues, desentenderse de este tema ni arrinconarlo para otra ocasión. Todos tenemos que pasar por el aro de conocer de dónde venimos y a donde vamos, de saber en quién estamos fundamentados. Tenemos que enterarnos y para ello no hay más que buscar. Así es como nos toparemos una u otra vez con el rostro escondido de Dios, que nos está esperando desde que nos creó. Y misteriosamente ama que le busquemos en lo cotidiano de nuestra existencia.

Ir al artículo

19
Ago
2022
Roma no paga a traidores
0 comentarios

Continuamente traicionamos nuestros ideales, nuestros buenos deseos, las esperanzas que los demás depositan en nosotros. Y aunque el mal se presenta con frecuencia como un dulce caramelo, es una opción contraria a la naturaleza de lo humano y por eso no debiera extrañarnos que sea el mal que causamos lo que se revuelve contra nosotros. Lo que traicionamos se vuelve en testigos de cargo contra nuestra persona. ¿Cómo esperar bienes donde no se producen más que traiciones?  ¿Y complacencias donde reina el mal, el odio, la enemistad? La traición lleva siempre el gusano envenenado en sus entrañas.

Lo más vil es tratar de engañar a Dios, jugar con él como si se tratara de traicionar el amigo de siempre, burlar a quien solo tiene para nosotros amor y perdón. Todo ello es dejar caer en el vacío a quien es infinitamente misericordioso. Es querer malgastar y menospreciar una amistad incontrolable que se nos ofrece, es jugar con el infinito amor que se nos otorga. Dios no falla nunca ni menos traiciona. No hay mayor blasfemia que decir: Dios me ha fallado. El amor infinito no tiene cortapisas.

Buscar a Dios no es cualquier acción, no todo escarbar en basura conduce a Dios. También aquí hay un buscar acertado y apto y no un buscar que es más bien enfangarse en el mal. Con la traición nunca se llega a Dios. Uno es sencillo, leal, a las claras, sin duplicidades; lo otro es, al contrario, taimado, engañoso e interesado.

He leído que el programa papal enumera la versión actual de la caridad: acoger, proteger, promover e integrar. Nunca enmascarar, ocultar o tergiversar intencionadamente o abuso de la lealtad a personas o compromisos de fidelidad. La traición es siempre deleznable.

En las Lamentaciones sobre Jerusalén de Jesús está que las gentes de aquellos tiempos “se traicionarán unos a otros” (Mt 24,10). Se predice que en los últimos tiempos los hombres “serán traidores engreídos y amigos del placer más que de Dios” (2 Tim 3,4). Al contrario, la rectitud de corazón es manifestar los esclavos “total fidelidad”, aunque sean esclavos (Tit 2,10).

Aprendamos del menosprecio de los romanos a los traidores. Ante la imposibilidad de vencer al heroico Viriato que en el siglo II a.C. dominaba media península, el cónsul romano contrató a unos seguidores del lusitano para que lo asesinaran. Cuando éstos, tras ejercer su indigno oficio, fueron al cónsul a pedir la recompensa, se les rechazo diciendo: Roma no paga a los traidores.

Ir al artículo

30
Jul
2022
Dale con hablar sobre el sexo de los ángeles…
0 comentarios

Las viejas discusiones bizantinas  tienen imitadores en nuestros días. Se hacen con más empaque y jerga técnica pero son tan inútiles y con pérdida de tiempo como entre aquellos ancestros. Me refiero, por ejemplo, a temas como los extraterrestres, a las apuestas deportistas, a los gritos contra el enemigo futbolístico, a divagar sobre los futuribles, al desenlace de amoríos veraniegos o las ensoñaciones de figuras de moda….

En cambio, son pocos los que pleitean sobre los grandes problemas religiosos, sobre el enfrentamiento de las religiones o sobre el problema religioso en el mundo que se está construyendo y la defensa de valores en el mundo a construir.

Son laudables los programas de los encuentros entre seres humanos que están distanciados o que habían perdido la relación hace tiempo. Eso sí que es agrandar la persona, inflar su espíritu, hacerla salir de su ensimismamiento y aislacionismo y construir algo a nivel humano.

Y esto sí que es abrirse para encontrar a Dios: todo lo que sea salir de sí mismo para buscar a otro, mayormente cuando es el fundamento mismo de la vida y la originalidad de nuestro ser. La pérdida de Dios es un fallo en la vida y es honorable todo lo que ayuda a buscar a Dios. Se trata de buscar algo que se necesita en la vida, algo imprescindible. Nos va mucho en ello. Eso no es divagar sobre el sexo de los ángeles.

 

Ir al artículo

1
Jul
2022
Hallar a Dios a trancas y barrancas
1 comentarios

Muchas veces he pensado que encontrar a Dios en nuestra vida y percibir su amor hacia cada uno de nosotros era cosa sencilla. Que bastaba responder a los menores sentimientos de humanidad para  captar que esta humanidad está totalmente dependiente de Dios. Pero me he encontrado con quienes pasan una larga historia hasta su encuentro con Dios. Ha sido un encuentro cargado de dificultades, cosas inexplicables que hacían que esa labor de encuentro se convirtiera en una epopeya llena de sinsabores, contradicciones, amarguras y rebeldías. Fue difícil aceptar la existencia de un ser supremo y reconocer nuestra dependencia y su infinita sabiduría que sabe por qué las cosas suceden como suceden sin que nosotros encontremos explicación. Así se llega a Dios a trancazos y abriéndose camino entre sinsabores y dificultades de la vida a las que ha habido que hacer frente.

“Caer en la tentación” que dice el Padrenuestro. La caída nunca es elevación, por muy seductora que se presente y la propaganda moderna y también muchas personas presentan caídas seductoras o cuando menos “ya tendrás tiempo de arrepentirte si no te gusta”.

Es la grandeza de nuestro Creador: nos ha hecho libres para tomar decisiones sobre cosas que son para nuestro mal, pero ha respetado la libertad como un don mayor de nuestras vidas. Podría habernos evitado caer en la tentación marcándonos indefectiblemente las conductas, pero lo ha dejado a nuestro libre arbitrio. Dios nos ha querido libres y así nos ha hecho. La libertad la podemos usar para nuestro mal. Eso es precisamente la tentación del mal. De la que pedimos ayuda para no caer en el Padrenuestro.

Podemos y hacemos muchas veces olvido de Dios en nuestras vidas, pero lo cierto es que él nunca se olvida de nosotros, le estamos presente en nuestras disquisiciones, ocupaciones vulgares y ensueños incompatibles con lo divino, pero hay situaciones en la vida (traiciones de amigos, enfermedades penosas, muerte de seres queridos) en las que es imposible no pensar en Dios. Es entonces cuando hay que percibir dónde habla Dios y qué dice en esa situación irrepetible. Y su voz nos hace encontrarnos con lo genuino, lo real y lo liberador aunque sea muy doloroso. La negatividad y victimismo no son voces de Dios sino eco de nuestras miserias. La voz de Dios resuena para los católicos que están al margen  del cumplimiento de preceptos positivos, está en los divorciados que se han vuelto a casar, en quienes viven una vida irregular en los preceptos positivos, en los homosexuales y lesbianas. En suma, en las vidas irregulares ante las leyes y el derecho. Esto es toparse con Dios a trancas y barrancas. Que sucede y es inescrutable para nosotros.  

Ir al artículo

24
Jun
2022
Refugiados: forma inquietante de pobreza evangélica
0 comentarios

Hay 280 millones de migrantes en el mundo obligados a dejar sus tierras. Muchos de ellos son refugiados, pues en todo el mundo hay seres que se han visto obligados a abandonar sus hogares para huir, casi siempre, de guerras locales abiertas. Los refugiados, en concreto, se estima que sean 84,2 millones de personas según ACNUR. Sus lugares de procedencia son Siria, Venezuela, Afganistán, Sudán del Sur, Myanmar, y, en menor número, R.D. Congo, Somalia, Rep. Centroafricana y Eritrea. Todos ellos se presentan  con el rostro inequívoco de pobreza en nuestro mundo. 

Es una gigantesca pobreza de hoy. La Iglesia y ONG alertan el auxilio. No se pide carnet de catolicidad sino modo de ayudar abriendo caminos de dignidad, derechos y oportunidades para las víctimas solo por su condición humana. Considerar hermanos a todos estos es un mensaje evangélico con traducción a idiomas modernos. Todos son víctimas de guerra civiles, invasiones o cualquier forma de someter a inocentes, incluso algunas veces con argumentos religiosos. Ayudas de particulares: medicamentos, alimentos, techo, programas de integración….

Ante una realidad tan variada, no tendría sentido una comunidad cristiana monocolor y autosuficiente. Es preciso ir de la mano con otros, si la Iglesia quiere responder a su misión debe estar como hasta ahora en medio de un pueblo, al frente de la defensa de la dignidad del ser humano y al servicio del ser humano y del bien común, codo a codo con los humanos de cualquier lugar que buscan mejorar la vida.

En el evangelio no encontramos soluciones al caso de refugiados. Casi todos los milagros y remedios que hace Jesús es a enfermos y lisiados; la migración no era entonces un problema social. Es hoy cuando hemos visto que la migración es problema que afecta a millones de seres en la sociedad moderna. Es un mal moderno  en virtud del cual  muchas personas y familias enteras se ven privadas de su dignidad humana de ser partícipes de todas las ayudas que nos da la sociedad, como trabajo, salud, educación, vivienda, medios de subsistencia y, en general, amparo y protección. Las personas privadas no tenemos ordinariamente recursos ni contamos con apoyos de las instituciones públicas, como los sindicatos que sólo atienden a los trabajadores al servicio de las empresas o entidades públicas. Son sólo las entidades políticas supremas las que tienen a mano  posibles remedios.

Por eso son de alabar las instituciones privadas, como la Iglesia o Caritas o Cruz Roja, las que se dedican con afán admirable a solucionar casos puntuales de refugiados, viéndoles desprovistos de otro tipo de remedios. Como decía hace días un emigrante salido a flote: pronto tuve que convencerme que Europa no es El Dorado,  como piensan muchos en África. Pero esto es sobre todo cometido de los gobiernos de las naciones y de leyes e instituciones públicas a favor de quienes carecen de cualquier otra prerrogativa de seres humanos en la sociedad.

Los refugiados son personas que huyen del conflicto y la persecución. Su condición y protección están definidas por el derecho internacional y no deben ser expulsadas o retornadas a situaciones en las que sus vidas y libertades corran peligro. En ACNUR se les ha asistido por más de un siglo. Puede ser difícil imaginar la vida de una persona refugiada, pero para casi cien millones de personas resulta una desoladora experiencia.

Este 20 de junio se conmemora el Día Mundial del Refugiado. Por ello, la red de migración, trata, desplazamiento y refugio denominada Clamor, ha suscrito un mensaje para invitar a los gobiernos, sociedad y actores relevantes a asumir un compromiso integral por este tema. Según Clamor, el fenómeno de la migración ha crecido de manera exponencial en la región y en todo el mundo, por lo que han pedido al Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUR) y Organización Internacional para las Migraciones (OIM), “reforzar su apoyo a los proyectos que no sólo desde los gobiernos, sino especialmente desde las organizaciones de la sociedad civil, incluidas las organizaciones de fe” dediquen sus esfuerzos a este problema. 

Citando al papa Francisco recuerdan que nos ha invitado a “ver la presencia de muchos migrantes y refugiados no cristianos o no creyentes como una oportunidad providencial para cumplir la misión evangelizadora a través del testimonio y la caridad”. “Por ello debemos impulsar acciones pastorales y sociales que favorezcan una articulación entre el sector privado, público, civil y eclesial que a su vez permitan responder adecuadamente a la coyuntura actual, donde muchas veces las comunidades locales se enfrentan a los grupos de migrantes manifestando rechazo y profundizando las grietas de la exclusión social”.

Que me perdone van Thanh Nguyén, cuya obra ¿Qué dice la Biblia sobre extranjeros, migrantes y refugiados? no he podido leer. En verdad, atender al refugiado no figura entre las obras de misericordia, ni espirituales ni corporales, y sin embargo se trata de una obra de caridad excelente y de enorme reclamo en la vida moderna. Es una gestión pendiente hasta que podamos oír: “bienaventurados los refugiados porque ellos… buscan y alcanzan a Dios”.

Ir al artículo

25
May
2022
Buscar a Dios es búsqueda monda y lironda
2 comentarios

 

Limpia, clara, sin segundas intenciones quiero decir. Quiero hechos mondos y lirondos. Unos buscan a Dios y otros las riquezas, el bienestar, el estar siempre por encima de los demás, que nos toque siempre lo favorable en el azar de la vida….

Cuando  el hombre sufre, entra en el misterio de Dios, está bien trajeado y peripuesto para entrar en el reino de Dios y es capaz de sintonizar con el misterio central del cristianismo, aunque no haya leído la Biblia pero tiene el estilo de los santos laicos… Lo decía una mujer que padecía profunda depresión en su vida: la depresión es una herida en el cerebro por la que se cuela a veces el amor de Dios. Por ese amor se salvó del abismo del suicidio varias veces entreverado antes de conocer el bálsamo del amor.

Vivir la vida mortal no es otra cosa que estar esperando una vida inmortal, decía S. Agustín ( Sermo 4,17: PL 37,1389). Somos anhelo y proyecto del futuro. Buena indicación: vivir es esperar y avanzar en la vida es aproximarse a lo esperado; en una palabra, vivir es acercarse a lo esperado. Toda la vida es aproximarse a la muerte y empezar a vivir es ir prescindiendo de hojas del calendario de la muerte. Por ello experiencia de la vida  es conocimiento y vivencia de la muerte, como avanzar en el camino es acercarse al fin.

Pero esto solo lo perciben quienes andan pro la vida buscando a Dios. No digo los que confiesan a Dios y menos quienes conocen su palabra explícita sobre la promesa de una resurrección. Me refiero a todo ser viviente en cualquier lugar del mundo, que anhela, se siente afectado o se ha preocupado alguna vez por entenderse a sí mismo y las razones de que exista el bien y el mal en la humanidad, es decir, la condición moral inherente a todo ser humano.  Los que buscan a Dios, que son la mayor parte de la humanidad que ha existido y existe, son quienes están abiertos a algo que les trasciende, algo que es explicación de todo pero que nunca se alcanza en este mundo. Esa es la esperanza monda y lironda en Dios.  La definición del ser humano, en una palabra.

 

Ir al artículo

11
May
2022
Patente de corso en la navegación por la vida
0 comentarios

 

Vivir de espaldas al mundo en que se vive no es terreno apto para toparse con Dios. No tener en cuenta a los demás  en nuestro programa vital es renunciar a conocer a Dios, pues la imagen de Dios son las criaturas.  Dios nos destinó desde toda la eternidad a convivir con nuestros ciudadanos. Los demás desarrollan su vida en paridad con la nuestra y a igual distancia de Dios. Todos iniciamos la vida a igual distancia de Dios.

A veces planificamos el futuro como si fuéramos los únicos habitantes de la tierra. Los espíritus orgullosos, engreídos y perdonavidas no son terreno abonado para buscar a Dios.

Obviar la humildad en nuestro programa vital es prescindir  de todo lenguaje con lo divino. La humildad es el primer sentimiento que nos acerca a Dios pues es definición del encuentro con Dios. Sucede que quien se cree autosuficiente, el que presume de ser único y superior al resto, el que mira el mundo como terreno propio, quien se cree que todos existen para su servicio, ése no tiene condiciones idóneas para alcanzar a un ser superior que es dueño absoluto de nuestras vidas y al que hay que rendir cuentas de todas nuestras acciones. Es el único que por definición no tiene nadie mayor. Si pretendemos ser el principio del bien y del mal, ¿cómo vamos a admitir que hay alguien que está sobre nosotros y al que hay que rendir homenaje y reconocer su puesto único en nuestra existencia y principio absoluto del bien y del mal?

Los autores espirituales hablan con largueza del don de humildad como postura previa a todo acercamiento a Dios; hay  que vaciar el saco para el sentimiento de dependencia del Creador ocupe su lugar. A Dios se va siempre con el corazón vacío y sin adornos superfluos para ser llenados; de María, la más cercana Dios, celebramos que “porque ha mirado la humildad de su esclava, en adelante me felicitarán todas las generaciones” (LC 1,48).                                                         

Creo en un concepto de Dios que está por encima de cualquier religión y es fuerza y amor infinito. Lo llames como lo llames y aunque no sepas articular un discurso coherente sobre él, es importante ser consciente de que hay algo más grande que nosotros y que lo que vemos con nuestros ojos no agota la realidad. Eso es vivir la vida con humildad y no andar por la vida con patente de corso.

 

Ir al artículo

29
Mar
2022
Dios no habla en el desierto ni a escondidas
2 comentarios

Solemos pensar que a Dios se le escucha solo en el retiro monacal o al final de prolongados ejercicios espirituales.  Dios está en todas partes y quien está en todas partes se manifiesta y habla en todas partes. La palabra divina resuena en cualquier rincón  humanitario y en variedad de tonos, pero los únicos que la perciben son los de corazón recto y humildad y logran sintonizar con ella.

Esta es una de las grandes verdades de la fe cristiana: Dios habla a todos. Olvidémonos de señalar en el mapa los países católicos o las estadísticas de los bautizados como únicos voceros de la palabra de Dios. El camino hacia Dios se puede transitar en infinidad de derroteros, pues es una respuesta a un  Dios que llama y cuyas voces suenan por doquier. Y olvidemos que hay un pueblo elegido, unos sacerdotes acaparadores de esa palabra, unas almas privilegiadas o un pasaporte de minorías. Lo dice la Escritura: “no hablé a escondidas ni en país tenebroso, no dije al linaje de Jacob: Buscadme en el vacío. Yo soy el Señor que dice lo que es justo y proclamo lo que es recto” (Is 45,19).

Por eso la única recomendación para todos es estar atentos a las llamadas de Dios. Cualquier persona humana y en cualquier situación que se encuentre. Solo hay dos elementos seguros: Dios habla a todos y cualquier persona puede escucharle en las situaciones más dispares. Y hay para ello un sacerdocio especial que puede ejercer cualquier persona: ayudar a percibir la llamada de Dios. Lo demás son excusas: que si el mal ejemplo de otros, que si hay presentaciones estereotipadas de lo divino, que si hemos divinizado un dios a nuestro gusto…

La enseñanza bíblica lo ha dejado claro: “No hay otro Dios fuera de mí. Dios justo y salvador no hay otro fuera de mí” (Is 45,21)

Ir al artículo

Posteriores Anteriores


Logo dominicos dominicos